S ome Scornful Stuff
¿Te gustaría compartir algo de lo que ves en la página?, consulta aquí para más detalles.
Escarceo del kóe
Me sentÃa increÃblemente pesado, mi rápida pero contundente batalla habÃa hecho mella en mÃ. Mi antigua compañera habÃa estado cuidando de mà con el mismo esmero y delicadeza que dedicaba a nuestro hijo. Ella comenzaba a verse hermosa de nuevo, habrÃa cicatrices y marcas que jamás sanarÃan, pero ya era atractiva. El coloso y el pintor también me visitaron mientras yo reposaba, el primero me explicó que su fuerza se debÃa a la práctica de un excelso arte marcial que él habÃa creado en su estancia en la pena negra. Me prometió que, una vez superase las cinco penas, él me enseñarÃa a combatir del mismo modo que él lo hacÃa. El pintor pintó un cuadro inspirándose en mi batalla contra el coloso, fue una de las muchas pinturas que nadie conoció jamás. Mientras tanto, el niño-puerco que yo habÃa dejado también malherido, se pasaba los dÃas entrenando en el patio en el que yo lo habÃa vencido. Era curioso, pero, ahora que no podÃa cumplir con mi objetivo por estar impedido fÃsicamente, me sentÃa inusualmente bien. Era como si mi meta fuera falsa y yo era el que estaba empeñado en cumplirla a toda costa, no existÃa una razón para seguir los pasos del camino que se me habÃa preparado, yo podÃa elegir otra clase de existencia. Si verdaderamente debÃa aspirar a ser libre, ¿no significaba eso que yo mismo debÃa decidir cuál serÃa mi destino? Sin embargo, todos esos pensamientos profundos fueron seccionados y marginados por la visión de un nuevo personaje que entró a visitarme. El niño, mi hijo, habÃa entrado en mi habitación para ver cómo estaba. Recordé toda la ira que sentÃa, y comprendà que mi meta era más importante que cualquier paz o felicidad que pudiera llegar a desarrollar en aquella casa. Ese niño me miró con sus ojos calmados y supe que mis dudas eran erróneas, yo debÃa continuar mi viaje cuanto antes, y ese maldito criajo me habÃa hecho retrasarme mucho. TenÃa pensado matarlo, no sabÃa cuándo, pero algún dÃa lo harÃa. Pasó el tiempo y me fui recuperando. Mi antigua compañera cuidaba muy bien de mÃ, ella comprendió que yo hice todo eso para llamar su atención. Pensó que yo la valoraba tanto que me habÃa sacrificado hasta el punto de estar al borde de la muerte, que, desde el momento en que me fui, yo solo querÃa hacer las paces con ella y que volviéramos a estar juntos. No podÃa estar más alejada de la realidad. "¡Lo ha entendido todo mal!", pensé mientras ella me mostraba su agradecimiento por mi buena voluntad. Yo no la querÃa ni la deseaba, ella era un estorbo para mÃ. Lo único que yo querÃa era resolver el pecado pendiente en aquella casa y marcharme hasta mi siguiente prueba. Ella me acompañarÃa si le placÃa, pero yo no la cuidarÃa. Yo siempre serÃa egoÃsta, y la emplearÃa para desgastar mis deseos de furia y lujuria. La zarandearÃa y la golpearÃa sin cesar si me molestaba, y si se oponÃa a realizar alguna tarea vital para mi objetivo, simplemente la matarÃa. No sentirÃa remordimiento ni pena, solo me importaba alcanzar la libertad. Solo querÃa demostrar a mis creadores que yo era la respuesta a todos sus intentos fallidos, que yo sà que era un ser bendecido con la libertad. Cuando ya me sentà mejor, cuando ya pude ponerme en pie, quise pedirle al coloso una ayuda algo más detallada; él me dijo: "El pecado que buscas aquà no será ajusticiado con la muerte de nadie. Se trata de una porción que debe ser transportada para dar evidencia de un cruel hecho. Consúltale a tu compañera, ella conoce qué es lo que no debe permanecer en esta casa". Hice caso al coloso e intenté que mi compañera me diera alguna pista, ella se alegró de que nuestra relación volviera a aflorar, y me llevó hasta la sala principal donde se exponÃan la mayorÃa de las obras del pintor quejumbroso. Ella me señaló una que ya me habÃa parecido interesante, y la tocó mientras se entristecÃa y comenzaba a sollozar. Era la pintura del padre devorando a uno de sus hijos. El pintor apareció para anunciar: "Creo saber cuál es el pecado que te toca purgar. Se trata de mÃ, de mis obras. Mi encierro no fue totalmente forzado, yo me he despegado de aquellos que me amaban. Aunque lo que sà es cierto es que hay algunos de mis hermanos de los que sà me quiero vengar. Caminante de la pena negra, te diré qué es lo que debes cargar si aceptas mi petición de venganza." Asentà con la cabeza, querÃa salir de aquella casa cuanto antes y poder cumplir mi propio objetivo. El pintor se acercó a una pared que estaba tapada, y tirando de un suave manto negro, descubrió la bella creación. Bello era el cuadro y su técnica, pero no su composición. La imagen que mostraba era tan descomunal como aterradora. Actos de toda clase de vileza se retrataban en él, situaciones de maldad absoluta se mostraban con oscuros colores. Era una obra maldita y llena de dolor, estaba destinada solo a ojos selectos incapaces de sentir empatÃa. Bajo los lindes de la obra, se leÃa un tÃtulo único que quitaba el aliento al leerlo. Contemplé con mis ojos, la perfección de: "El nacimiento del Cuarto"