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Cuentos y relatos de un nuevo mundo

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El precio del futuro

El comienzo de esta historia transcurre durante el mes 2 del año 46 (años 1351-1354 aprox en tiempo prístino) del Peipusa-Reya.



En los últimos momentos de vida del gran emperador Zaksu Zepa se llevaron a cabo los últimos y más importantes proyectos que legaría a las generaciones venideras. Uno de los importantes protagonistas en esta serie de cambios fue el grupo Kenbeorso Hahi Kenbeors(*). La juventud de los líderes de este grupo empresario fomentó la creatividad de sus propuestas, esto, sumado a una gran necesidad por demostrar que eran objetivamente superiores a sus competidores, concluyó en una muy fuerte relación con el gobierno de Zaksu Zepa.


Esta conversación deja constancia de la actitud y objetivos del dirigente absoluto del grupo Kenbeors. Su nombre era Keuvus(*). Este último estaba paseando por su espacioso despacho, vestía un traje caro, y era sorprendentemente joven. Su actitud era serena y activa al mismo tiempo, le preocupaban ciertos asuntos relativos a su compañía, pero tenía la suficiente sangre fría como para no verse alterado. En ese instante entró en la estancia una chica de edad similar a Keuvus, era su novia, y también su fiel segunda al mando dentro del grupo Kenbeors.


— Te esperan todos —dijo la chica, gentilmente, pero conociendo y temiendo el estoico temperamento de su pareja.

— Voy —dijo Keuvus, colocándose bien su cara vestimenta mientras se miraba en un espejo.


Keuvus fue directamente hasta una gran sala de juntas, tras él marchaba su amable novia y posiblemente futura prometida.


Keuvus entró sin decir palabra, todos guardaron silencio y lo observaron con atención mientras se sentaba a la cabeza de la bella y gran mesa de metal dorado. El aura que Keuvus desprendía era fría e inalterable; el que una vez fue un compañero y amigo popular y simpático, ahora se había convertido en un pulido espejo que solo reflejaba las debilidades de los demás, y ninguna de las suyas.


Cuando Keuvus se sentó, miró unos instantes a cada uno de los hombres allí presentes, y luego habló:


— Bien, ¿cómo ha ido?


Nadie se atrevió a hablar.


— ¿Nadie dice nada? ¿Tan mal os ha ido?

— Señor… —comenzó a decir uno de los hombres de más edad, más envergadura, y con mayor pinta de tener experiencia en ese tipo de reuniones.

— No les ha ido bien —dijo un chico joven, grande, de raza nvnayu, y uno de los mejores amigos de Keuvus—. Lo de dividirlos en equipos diferentes no ha funcionado muy bien, han acabado haciendo ofertas contradictorias, y la fábrica los ha tomado por unos ilusos sin experiencia.

— Ya veo… —dijo pensativo Keuvus—. Gracias por resumirlo…


En ese momento se hizo una violenta pausa, como si a Keuvusse le hubiera olvidado el nombre de su amigo.


— No hay por qué darlas —dijo rápidamente el corpulento amigo de Keuvus, que se había percatado del problema de su compañero.

— De acuerdo. —retomó la palabra Keuvus—. Pues entonces tendremos que deshacernos de los lastres. No sois competentes en un mundo que crece al mismo paso que mi ambición, no todos tendréis futuro en esta empresa.


Todos se asustaron un poco, todos salvo el gran amigo de Keuvus y su novia.


— Lo que haremos será una pequeña prueba, un examen. Si lo pasáis no perderéis vuestro trabajo, ni vuestra casa, ni vuestros ahorros, ni aplicaremos sobre vosotros el protocolo de desprestigio —comenzó a explicar Keuvus, mientras se levantaba de su asiento y entregaba a cada miembro de la mesa una hoja de papel y una elegante pluma—. Será una pregunta sencilla, una en la que deberéis reflexionar con dureza.

— ¡Yo dimito! ¡No hace falta que me despida! —dijo un hombre con gafas, de estatura baja, y con algo de sobrepeso.


Tan pronto como aquel hombre exclamó estas palabras llenas de temor, se fue corriendo para salir rápidamente por la puerta de la sala. No obstante, en un mísero instante, Keuvus se abalanzó sobre él y lo golpeó hasta que le partió la nariz. Luego Keuvus arrastró al quejumbroso hombre hasta su respectivo asiento, y dijo:


— Vuestros contratos son muy restrictivos, no es una casualidad que eso sea así. Aspirabais a ser miembros eficientes, me vendisteis vuestras habilidades como si fueran eficientes, pero hoy… Hoy me habéis saboteado o me habéis demostrado que me mentisteis — Keuvus terminó de repartir las hojas y las plumas—. Estáis obligados legalmente a realizar este examen, y también a asumir las consecuencias de que vuestras respuestas no sean correctas.

— Señor, no puede hacer esto. Es injusto, nos hemos esforzado. No puede arruinarnos porque fallásemos en un caso aislado —argumentó un hombre repeinado, algo más joven que los demás, pero más mayor que Keuvus—. Usted sabe que su contrato es inmoral. El protocolo de desprecio no debería ser legal, ni aplicable a empleados de nuestra categoría.

— La sociedad está cambiando, yo la estoy cambiando. Necesito a personal eficiente trabajando para mí —contestó Keuvus sentándose de nuevo.

— Eso no es motivo suficiente —replicó el mismo hombre.

— Sí que lo es. Cada uno de vosotros me ha entorpecido, me sigue entorpeciendo. Simplemente quiero evitar que me entorpezcáis también en el futuro. Elimino el mal antes de que se propague y se vuelva contra mí.

— Pero…

— Ya está bien. La pregunta es esta: “¿Qué beneficios obtendría la sociedad y la clase media si dejase de emitirse moneda y se crease un sistema monetario en el que no se deban reimprimir sus unidades cada cierto tiempo?”. Tenéis hasta que vuelva para contestar —terminó diciendo Keuvus, mientras salía de la sala acompañado por su novia.


Ambos regresaron al despacho en el que Keuvus paseaba antes de la reunión.


— ¿Estás bien? —le preguntó la chica a Keuvus.

— Sí —dijo Keuvus, limpiándose la sangre que se había impregnado en sus nudillos al golpear al desertor.

— Deberías bajar un poco el ritmo. No has parado desde que volviste del viaje con…

— Me he olvidado de su nombre, ¿cómo es posible? —se quejó en voz alta Keuvus, interrumpiendo a su novia—. Yo lo descubrí, le contraté y le ayudé a ser lo que es ahora.

— Y ahora no puedes ni acordarte de cómo se llama. Ya lo sé… —dijo su novia, cogiendo la mano herida de Keuvus—. No pasa nada, él también sabe a lo que te has estado sometiendo últimamente. Todos intentamos ayudarte en todo lo posible.

— No sé, a veces creo que nada de esto cambiará realmente el mundo. Que la mediocridad y la hipocresía se expandirán más rápido que el honor y la disciplina.

— Oye, nada es más importante que arreglar el presente. Eso me decías tú al principio. Si para mejorar el futuro vas a empeorar el presente deberías desistir.

— Intento hacerlo, ahora tengo un propósito más grande que yo mismo. Ahora me esfuerzo por algo más grande nuestro pequeño grupo de amigos.

— Intentas hacer que todo el mundo sea feliz, ¿verdad? Sé que ese es tu nuevo objetivo, pero, ¿sabes cómo podrías empezar a conseguirlo?

— ¿Cómo?

— Deberías hacer la vista gorda sobre los hombres de la reunión. Deberías perdonar sus defectos y destinar recursos a su nueva educación. ¿Qué era lo que te decía aquel hombre de los ojos naranjas? Siempre es más barato podar un árbol que…

— Que arrancarlo y plantar un nuevo. Lo sé, y por eso no te preocupes —se despidió Keuvus, besando a su novia en la frente, y regresando luego a la sala de la reunión.


La mayoría de los hombres congregados no contestaron con precisión o acierto a la pregunta de Keuvus. Algunos no fueron despedidos, entre ellos estaba el hombre joven que se había opuesto al examen de Keuvus. La decisión de quien se quedaba y quien era despedido fue tomada por Keuvus personalmente, que se basó en el detallado informe que su amigo de raza nvynayu le entregó, y por supuesto, en el historial de cada uno y en las respuestas del examen.


Keuvus refinó y depuró la técnica de los contratados, y como primera lección les enseñó la bipolaridad que debía tener un buen jefe. Les dijo que un líder debe tener al menos dos caras, e ir jugando a mostrar una u otra en función de la situación. Si el jefe de un grupo de personas se volvía predecible también se convertía en sustituible, un jefe debe aparentar caos e implementar el absoluto orden; un jefe debía hacer pensar a los demás que todo salé bien por arte de magia, y solo mostrar su verdadera conducta disciplinada a aquellos a los que quisiera amaestrar para que lo imiten.


Para ejemplificar esta lección, mandó a los nuevos contratados que informaran a los despedidos y arruinados del verdadero valor económico de las plumas que se les había permitido recoger del examen. Por supuesto, también les ordenó a los novicios que amenazaran a los despedidos para que no se lo contaran a nadie.


De este modo, los afortunados sirvieron a una causa mayor dentro del grupo Kenbeors, y los que se movían únicamente nadando en las simplezas de la vida, fueron recompensados con el despojo de sus anteriores materias y con la dicha de una suma monetaria mucho mayor a todos sus ahorros o posibles ganancias derivadas de su prestigio profesional.



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Hahi Kenbeors: 1ª derivación y compuesta por ke-nbeors: (Casa de-Graeff).


- El grupo Hahi Kenbeors fue un cúmulo y asociación de empresas que fueron especialmente relevantes durante los últimos meses(años en tiempo prístino) de vida del emperador Zaksu Zepa. El primer presidente del grupo Kenbeors tenía muy buena relación con el que era el líder del mundo civilizado, y gracias a muchos aportes tecnológicos del grupo Kenbeors, la decadencia de la época dorada pudo retrasarse un poco después de la muerte de su máximo emperador. El grupo Kenbeors destacó y triunfó por romper con lo habitual, y proponer en todo momento un enfoque más creativo y dinámico.



Keuvusypouy: 2ª derivación: (pieterszoon).


- Este joven, normalmente llamado simplemente “Keuvus”, fue el primer presidente del conocido grupo Hahi Kenbeors. Fundó el comienzo de su empresa cuando aún no había cumplido los 25, y en seguida se posicionó en las altas esferas. Sus métodos se basaban en el trabajo duro llevado kóe a kóe, sin pausas ni descansos, y en una increíble capacidad de inventiva con la que aprovechaba todos los elementos disponibles para producir el mejor resultado. Murió joven, y sus amigos escribieron en su biografía que sufrió cambios drásticos de conducta y aspecto físico mientras dirigía el grupo Kenbeors. Siempre será un buen ejemplo de cómo la sociedad moderna tira de algunas personas para que sean consumidos por su propia ambición.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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