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Cuentos y relatos de un nuevo mundo

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Principios III

Pavl, el gran estratega, recientemente había sido nombrado consejero y hombre de confianza del gran emperador de Seilu Zeti. Seilu Zeti era un imperio en expansión que dominaba gran parte de las costas del rico mar Ke-Asuluf, o simplemente el mar Asuluf. Una de las pocas cosas que quedan del mundo prístino son los árboles que crecen en estas costas, dan como fruto las Asuluf, y de ahí recibe su nombre este mar.


Pavl, ahora vivía felizmente en la misma morada que su emperador, ambos eran buenos amigos. Sus hijos jugaban juntos, las esposas se hacían compañía en el mercado, y las dos familias acostumbraban a cenar conjuntamente. Pavlsolo llevaba una docena de días(un año en tiempo prístino) haciendo compañía al emperador, pero la lealtad entre estos dos se erigía como si hubiesen vivido varias vidas juntos.


Pavl aún recordaba los primeros kóef en su nuevo empleo, y mientras viajaba por el caudal de sus recuerdos, le llegaba a la memoria una de las primeras frases que le dijo el emperador: “Mi nombre, si es que aún no lo conoces, es Hoko Uecowien Netlul Geuoxien Ubcaul Utkoxiziñ(*), pero simplemente llámame Hoko”. Pavl mostraba, siempre que podía, gratitud hacia Hoko; gracias a él, podía adoctrinar a las nuevas generaciones en las buenas virtudes, y a la par, cuidar de su familia.


A diario se presentaban problemas en el imperio, y los encargados de tomar medidas eran los integrantes del senado. En ciertas ocasiones, otros emperadores habían decidido desmantelar la cámara de senadores, para así, aumentar aún más su propio poder. Hoko, en cambio, la mantuvo para contar con más puntos de vista a la hora de tomar decisiones. Pavl no era miembro de esta cámara, ya que él aconsejaba directamente al emperador en persona; esto hizo surgir cierta envidia en algunos miembros del senado. Poco a poco, la mala fortuna quiso que las ratas ocultas entre los buenos gobernantes fueran agrupándose y conspirando en contra de Pavl.


Aparte de los útiles consejos, Hoko se servía de Pavl para adoctrinar en el arte de la guerra a los generales y a otros cargos menores de la milicia. Pavl no solo les enseñaba como salir victoriosos en múltiples situaciones, también les hizo ver la importancia de las vidas humanas que se perdían en la guerra. “La confrontación y la batalla han de ser siempre vuestra última opción, aprended a ganar guerras antes de que se produzcan”, acostumbraba a decir. Pavl instruyó siempre, a cualquiera que se lo permitiese, como si se tratase de su propio hijo, pero con una diferencia; a sus propios no tenía intención de mandarlos a la guerra. Pavl conocía de sobra todas las monstruosidades que ocurren en la guerra, y no permitiría que sus hijos tuviesen que presenciarlas jamás.


De entre todos sus alumnos, había uno que destacaba sorprendentemente, era el alumno predilecto de Pavl. No era ni más ni menos que el hijo del emperador; aquel que siempre llevaría una cicatriz en el rostro, como recuerdo de la primera lección de su maestro. El nombre de este chico era Raclu(*), pero este nombre no era en honor al dios de la guerra, sino a uno de sus antepasados. Desde su primer encuentro con Pavl, Raclu había cambiado mucho. Nunca se había asemejado mucho físicamente a su padre, pero ahora eran casi idénticos. Su tez se había tornado más oscura, y la delgada constitución que antes definía su forma, ahora era solo un vago recuerdo. Se ejercitó y entrenó más que cualquier otro alumno para lograr su propósito.


Debido a la amarga lección que le dio Pavl, en el interior de Raclu despertó un instinto que había permanecido oculto mucho tiempo, un instinto feroz e iracundo que únicamente buscaba una fuerza absoluta con la que aplastar a sus enemigos. Raclu no le guardaba rencor a Pavl, es más, siempre estaba agradeciéndole que lo despertase de aquel estado de debilidad.


Los meses(años en tiempo prístino) pasaron raudos. Tanto Pavl como Hoko envejecieron, y echando la vista atrás, solo sentían satisfacción al ver los frutos de su trabajo. Los hijos de Pavlfueron en su mayoría políticos o grandes pensadores, y Raclu, hijo único de Hoko, logró increíbles hazañas en la conquista y defensa de territorios. La época del emperador Hoko llegaba a su fin, las leyes dictaban que el heredero debía ser elegido únicamente por el emperador, sin importar la sangre, y que, si a su muerte no había decidido, su primogénito debía ocupar su lugar.


Hoko estaba indeciso, aunque reconocía la habilidad militar de su hijo, notaba sus carencias en los aspectos políticos. Raclu conocía los pensamientos de su padre, y no los discutía, además, él no quería el puesto de emperador. Raclu solo deseaba hacerse más fuerte, por eso, no había estudiado nada relacionado con la política, solamente se había centrado en perfeccionar sus habilidades de combate. Hoko pensó que la mejor opción se encontraba en la familia de su amigo Pavl, el primogénito de Pavl destacaba en el pensamiento filosófico, y poseía un extraordinario don de gentes. Bajo el punto de vista de Hoko, él era la mejor opción, y habiendo meditado en su decisión, le pidió consejo a Pavl. Pavl no se mostró en desacuerdo, y aunque por dentro estaba muy alegre por que su hijo tuviese una oportunidad tan buena, no quiso ofender a Raclu alegrándose demasiado.


Lamentablemente, algunos miembros del senado se enteraron de la decisión del emperador; a ellos no les agradaba que un hijo de Pavl, al que siempre habían envidiado, llegase al trono, así que, idearon un plan plagado de sangre y muerte para evitar la decisión del emperador. Si mataban directamente al heredero se iniciaría una búsqueda para encontrar a los responsables, y, además, el emperador podría seguir eligiendo a otro hijo de la familia de Pavl. Así que, lo que acordaron hacer, fue matar al propio emperador antes de que hiciese pública la decisión de elegir como heredero al primogénito de Pavl; de este modo, el cargo pasaría inmediatamente a Raclu. Así, el trono seguiría perteneciendo a alguien que, según ellos, fuera merecedor del cargo.


A los pocos kóef se encontró al emperador muerto en su cama, le habían clavado un puñal envenenado en el corazón mientras dormía. Pavl y Raclu, ambos de naturaleza colérica, interrogaron violentamente a cualquier sospechoso, preguntaron a todos los criados y a los guardias, pero todos decían no saber nada. Raclu, debido a la avanzada edad de Pavl, tomó la iniciativa, hasta que, interrogando a un guardia recién incorporado, dio con la respuesta. Ese nuevo guardia había sido puesto por orden de uno de los senadores, y confesó que le pagaron una buena suma de monedas si se “dormía” unos pocos minutos(horas en tiempo prístino) de la noyimia anterior. Raclu le dio una buena paliza al guardia y mandó que lo encerraran de por vida. Acto seguido, se fue al senado e irrumpió en la sala, aun cuando estaban reunidos en plena sesión.


Se puso en el centro de la estancia, donde todos podían verle perfectamente, sacó el cuchillo envenenado, junto con la bolsa de monedas que había hallado en la casa del guardia. Y con una expresión de ira absoluta, dijo a los oyentes:


— Bien, malditos hijos del demonio, observad atentamente lo que os traigo —dijo, alzando los objetos que había sacado antes—. Mi padre ha muerto esta mañana y alguno de vosotros es el responsable. He apresado al guardia que aceptó el soborno, y si le presiono un poco me dirá el nombre de quien le pagó. Os ofrezco dos alternativas, confesáis ahora, y seréis encarcelados de por vida; o, no confesáis, y cuando me entere del responsable, lo mataré, a él, y a todo lo que ama.


Se hizo un silencio extremo en la sala, las caras de los senadores iban de una perpleja incredulidad, hasta el temor más apoteósico. Nadie se atrevía a hablar, pero, solo con una rápida mirada, Raclu ya sabía quiénes eran los que temían ser descubiertos. Pero decidió continuar, para saborear el dulce miedo en la cara de sus víctimas.


— Os advierto —continuó Raclu—. Mataré a vuestras mujeres, a vuestros hijos, a vuestros padres, mataré toda huella de vosotros en este mundo. Vuestras posesiones, vuestros logros, serán todas calcinadas por mi mano. Moriréis abrazando el fin de la más longeva, cruel, y dolorosa tortura existente; vuestros mutilados cadáveres serán paseados por patios y calles, siendo objeto de incesantes burlas y denigraciones. No quedará recuerdo de vuestra existencia, salvo el hedor de los pestilentes gusanos que se saciaran de vuestras inmundas carnes.


Al terminar de hablar, Raclu señaló a un hombre de la sala. Un hombre bajo y enjuto, al que apenas le quedaba pelo en la cabeza. Este, se echó a llorar en cuanto la mirada de Raclu se posó sobre él, a continuación, bajó de su asiento, y arrodillado, pidió clemencia a Raclu.


No podía verse en Raclu otra expresión que no fuese la de absoluta repugnancia por aquel sujeto. Con todas sus fuerzas, Racluresistió las ganas que tenía de asesinar a aquel senador, y pegándole una fuerte patada en el costado del vientre, preguntó a la sala, “¡¿Quién más estaba involucrado?!”.


Poco a poco los demás cómplices fueron saliendo a la luz, algunos por iniciativa propia, y otros por la confesión de sus propios compañeros. Al final, aquellos que confesaron voluntariamente solo fueron encarcelados; el resto, que no se entregaron, fueron torturados por Raclu, y Raclu mismo les rajó la garganta a todos en la plaza central de la ciudad. Raclu, incumpliendo su promesa, no quemó los hogares, ni mató a las familias de los condenados a muerte; únicamente, entregó a las familias las cabezas de los traidores, y obligó a estas a colgarlas en el portal de su casa hasta que se pudriesen del todo.


Pavl, más compasivo que Raclu, adoptó como alumnos a los hijos que se habían quedado sin figura paterna, previniendo, de este modo, no ganarse enemigos futuros.


A los pocos kóef, Raclu se marchó, renunció a su trono y se lo legó a su verdadero heredero, tal y como su padre hubiese querido. La primera medida que tomo el hijo de Pavl fue crear la figura del feyusofa(*). Los feyusofa eran los encargados de proteger a los senadores en todo momento, pero, su verdadera tarea era vigilar que no conspirasen contra el emperador. Para lograr que los senadores no sobornasen a sus propios feyusofa, el emperador les pagaba un elevado sueldo, de este modo, cualquier soborno les parecería tan insignificante, que no caían en la tentación de aceptarlo.


Después de una agradable cena, y una honorable despedida, Raclu se marchó de la ciudad. Sin volver la vista atrás, partió en pos de la fuerza que tanto deseaba tener. Algo lo llamaba, una voz susurrante, el clamor de sus antepasados le reclamaba, le exigía, más fuerza. La lanza había despertado de su letargo y aquel que la poseyese portaría de nuevo las dos khusuaf(*). La sangre de Raclu debía responder a esa llamada, su sangre solo existía para esa llamada; y, como esa misma sangre había renunciado a su legítimo trono, el mundo volvería a sufrir y perecer.



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Hoko Uecowien Netlul Geuoxien Ubcaul Utkoxiziñ: 1ª derivación: (Tito Aurelius Fulvus Boionius Arrius Antoninus).


- Este nombre ha roto la barrera que separa el nuevo mundo del mundo prístino. Todos aquellos que han tenido el honor de ser elegidos para llevar este nombre, todos sin excepción, han sido vanagloriados por ser espléndidos gobernantes.



Raclu: 1ª derivación: (Marte o Marco).


- Nombre del dios de la guerra, suele ser un nombre de varón bastante común en el imperio de Seilu Zeti, muchos grandes emperadores han llevado con orgullo este nombre.



Feyusofa: 1ª derivación: abreviatura de feyofiej-us-kovofa: (superior-al-dinero).


- Cargo público muy bien remunerado, y con la mayor tasa de mortalidad durante muchas épocas históricas. Eran los encargados de evitar la corrupción y las conspiraciones entre los miembros del gobierno. Surgieron en el imperio de SeiluZeti, pero, poco a poco, otras naciones adoptaron la idea. No son muy populares entre la gente, y como su tarea molesta a muchas personas poderosas, se considera un oficio de riesgo; por eso se les adiestra en la defensa personal. Pasado un tiempo de su creación, se obligó a los feyusofa a llevar la cara tapada, ellos se negaron, pues decían que la verdad nunca oculta su rostro.



Khusua: 2ª derivación: (presea).


- Se trata de una prenda decorativa que se lleva en la mano y parte de la muñeca, es un símbolo de honor y poder en muchas culturas. Está hecha de metal y sirven para portar grandes joyas. También existen khusuaf para el combate, estas, dan más importancia a la protección que a la belleza. Ha habido muchos tipos y estilos diferentes de khusuaf a lo largo de la historia, pero, generalmente, consisten en un metal precioso que se envuelve alrededor del dorso de la mano, acaba uniéndose por la parte inferior de la palma, y unas cadenas o tiras de cuero la sujetan a ambos lados, colgándose en una o más comisuras de los dedos.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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