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Cuentos y relatos de un nuevo mundo
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Creación
El origen del mundo, una cuestión que ha generado incertidumbre a lo largo de la historia. Algunos viven por completo volcados en la búsqueda de la respuesta, y, otros, se desentienden mientras esperan que la muerte se los lleve sin haber averiguado ninguna verdad.
Todo comenzó en el final, pues los grandes comienzos no comienzan nada, sino que son eternos. Ásag(*), El Eterno, El Creador, el que traspasa el tiempo y el espacio, él es parte de todo, y todo ha partido de él.
La semilla primigenia desencadenante de todo fue el mismo sentimiento que hace posible el nacimiento de un bebé, el amor. El amor incondicional y puro, fue, y ha sido siempre, el motor de toda la vida. Todas las creaciones de Ásag se alimentaron de su amor. Pero la primera creación no comenzó con los gloriosos 7 kóef que todo el mundo conoce, el primer ente creado se remonta mucho tiempo atrás.
En una existencia donde aún no había nacido la física ni la materia, el primero en ser creado fue un espíritu. Un alma pura, que, debido a la ausencia de todo, solamente podía interactuar con su creador. Ásag no pudo crearla exactamente igual a él, pues él era perfecto, y, por definición, no pueden existir dos cosas objetivamente perfectas; solo puede existir un ente perfecto, todo lo que está fuera de él, se separa, necesariamente, de esa gran esencia perfecta.
El tiempo aún no existía, luego, podríamos decir que Ásag tardó, entre nada y un millar de años en crear un acompañante para la primera alma. No tenía sentido que la segunda fuese igual a la primera, así que las hizo complementarias. Y cada una solo obtendría una capacidad de amar semejante a la de su creador, si se entregaba a su gemela y juntas actuaban como una sola entidad. Como último regalo, Ásag les dio un primer plano de la realidad donde poder crear o destruir a voluntad, el tiempo. Así, Ásag se retiró, se alejó de sus dos creaciones, pues, él no pertenecía al plano temporal, y se limitó a observar y a amar todos aquellos actos que realizarían las dos imperfectas almas.
Al principio del tiempo, estas dos almas disfrutaban amándose mutuamente, pero pronto nacería en su interior el mismo deseo que impulsó a Ásag a crearlas a ellas.
Deseaban crear más entidades a las que poder ver crecer y evolucionar durante el transcurso del tiempo. Querían sentir el mismo amor que sentía Ásag cuando las observaba a ellas. Pero antes de usar el poder que les dio su padre, debían tener presentes las consecuencias de crear más almas. Como Ásag las había transportado al plano temporal, debían tener en cuenta las particularidades que implicaba existir dentro del tiempo.
El primer elemento a tener en cuenta eran los sentimientos. Fuera del tiempo los sentimientos se mantienen en su forma original, y permanecen eternamente como son concebidos. Por eso Ásag solo siente, y siempre sentirá, amor por todo. Pero, dentro del tiempo, los sentimientos son cambiantes, y pueden tornarse oscuros. Esas dos almas ya habían podido observar que sus sentimientos ahora eran mutables, pero al ser creación directa de Ásag, sus sentimientos de amor no variaban demasiado.
El segundo elemento derivaba del primero; igual que un auriga controla la fuerza y dirección de sus dos inquietos caballos, debía existir algo que controlase las fuerzas de los sentimientos. Las dos almas se dieron cuenta de que esos cambios en los sentimientos no se debían al azar, se debían a su propia voluntad. Y de este modo entendieron el concepto de libertad; entendieron la libertad pura, como la capacidad máxima y total de dominar los sentimientos propios.
Por último, existía un tercer elemento a tener en cuenta, era su propia imperfección como creadores. Esas dos almas sabían que su capacidad creadora no igualaba a la de Ásag, ni siquiera actuando juntas. Sabían que, si decidían crear a sus propios hijos, estos serían aún más imperfectos que ellas, y que, si después sus hijos tenían más hijos, las imperfecciones se irían acumulando.
Teniendo en cuenta estos tres elementos, decidieron posponer, con gran pesar, la concepción de sus primeros hijos. Este tiempo lo dedicarían a meditar y pensar una solución al problema principal. Su objetivo era encontrar una solución mediante la cual, cualquier ser, por imperfecto que sea, si posee la libertad, pueda emplearla y dominar así sus sentimientos.
Después de varios eones de reflexiones y dudas, acordaron que la manera más eficaz de hacer que cualquier ser emplease su libertad para ser feliz, era creando más planos de la realidad, aparte, del ya existente Tiempo.
Se explica de esta forma. Al ser seres regidos por el tiempo, era inevitable que se diese el concepto de la experiencia, mediante esta, se aprende de todo lo vivido a lo largo del tiempo, y con lo aprendido se procura un mejor futuro. Pero, la experiencia no puede ser utilizada sin objetos o circunstancias de las que aprender. Así que, el primer paso para que un ser aprenda y elija ser feliz, era crear el siguiente plano de la realidad. Se creó el espacio, y con él, la materia; compuestos, ambos, por tres dimensiones principales: longitud, superficie, y volumen.
Una vez creada y definida la materia, contenida en el espacio, se establecieron las siguientes leyes sobre ella:
Primero. La materia puede estar en dos estados, movimiento y reposo, estos dos estados podrán ser detectados mediante la temperatura, si está en reposo la materia será fría y si está en movimiento se tornará caliente. Además, el calor del movimiento generará luz que alumbrará a la materia cercana, y, del frío surgirá la oscuridad, que se asentará donde no haya luz. La luz pura equivale al calor más extremo y al movimiento más veloz. Y la oscuridad categórica equivale al frío absoluto y a la pausa total de un objeto. Estas magnitudes son los extremos de la realidad, la mayoría de objetos materiales son combinaciones de estas, y no suelen siquiera acercarse a tales niveles de pureza.
Segundo. La materia es infinita, igual que el tiempo, así todo podrá volverse más grande o más pequeño sin que llegue a ningún extremo. Siempre existirán partículas más pequeñas y objetos más grandes por descubrir. Y, la energía necesaria para apreciar lo pequeño y lo grande, ira en aumento, formando una asíntota, en la que nunca habrá final. Entonces, es fácil deducir que tampoco será posible hallar el vacío absoluto, nunca habrá un espacio donde no haya materia.
Tercero. Cada fragmento de tiempo será irrepetible y único, durante un intervalo de tiempo la materia tomará una posición, y acto seguido cambiará para no volver a repetirse jamás. Así, cada segundo de la existencia será inmensamente valioso.
Cuarto. Toda la materia se extendió por el espacio desde un primer punto original, el lugar, donde ambas almas se tocaron con la voluntad de crear el universo. La materia siempre tiende a volver a su estado original, y como toda la materia partió de un único punto en el espacio, todos los cuerpos se atraen entre sí, con el objetivo de que, después de mucho tiempo, vuelvan a ser uno solo. Cuando esto sucede, las dos almas vuelven a esparcir la materia por todo el espacio, comenzando un nuevo ciclo en la vida del universo.
Las dos almas crearon este nuevo plano de la realidad, y se acomodaron en él siguiendo las propias leyes que lo definían. Se dotaron a sí mismos de una apariencia física, y para distinguirse una de la otra, tomaron formas distintas. La primera escogió una apariencia sencilla pero hermosa, de aspecto humilde, y de expresión dulce. La segunda, en cambio, se hizo grande, corpulenta, con una figura que inspiraba confianza y seguridad. A pesar de estas diferencias físicas, ambas almas tenían un cuerpo similar; dos brazos, dos piernas, dos ojos…, dos de cada tipo, en honor a que ellos eran solamente dos. La boca, la nariz, y demás partes del cuerpo que no están duplicadas, no eran dobles, en agradecimiento a su creador, que era único. No eligieron estas partes al azar, las partes que son únicas, lo son por ser especialmente significativas. La nariz permite la inhalación que da la vida, la boca nos da la opción de hablar con aquellos a los que apreciamos, y las demás partes son el origen del amor y las nuevas criaturas.
Después de crearse a sí mismos, comenzaron el primer ciclo de vida del universo. Desde un punto único, considerado el origen de todo, se unieron en cuerpo y alma para poder utilizar los poderes de su creador, y así, esparcieron materia infinita por todo el espacio. Ese sería el comienzo de lo que sus descendientes conocerían como el universo, pero, por ahora, solo había un cúmulo de cuerpos celestes, flotando, yermos, y sin vida en su interior. Eso les bastaba y les parecía suficientemente hermoso para que sus hijos lo disfrutasen. Miles de planetas colisionando y uniéndose, explosiones devastadoras y generadoras de nuevos sistemas solares, millones de colores destacando en la oscuridad más profunda, destrucción y creación, caos y orden. Perfección.
Volvieron a unir sus cuerpos para que sus almas se tocasen, y crearon a sus tres primeros hijos, los tres Demiurgos. El primero y el último habían adoptado un cuerpo corpulento y fuerte, como su padre, y la mediana era bella y dulce como su madre. Las dos almas primigenias, ahora definidas como máter y páter, dejaron a sus hijos crecer y aprender por sí mismos, y les permitieron moldear el universo a voluntad. Lo primero que hicieron, fue llenar los vacíos planetas con aquello que más les antojase. El primero, de naturaleza destructiva y caótica, llenó el vientre de los planetas con ardiente fuego, y, su cielo con violentas tormentas. La segunda, viendo toda la destrucción que había causado su hermano mayor, moldeó la tierra, creando picos y valles, contuvo a las tormentas para que descargasen su furia en lo alto de las montañas, y la fluyente agua proveniente de estas últimas convirtió los valles en mares. Aplacó el fuego de las profundidades haciéndolo salir por algunos de los picos rodeados de agua, y cuanta más destrucción expulsasen, más tierra fértil crearían a su alrededor. El tercero, algo caprichoso y aniñado, se sentía un poco solo, porque sus hermanos estaban muy ocupados con grandes creaciones y destrucciones, y ya nadie jugaba con él. Para que alguien le hiciese compañía, creó a otros seres, comenzó a crear vida en los planetas donde sus hermanos habían actuado. Pronto, los planetas se llenaron de extraños seres y criaturas que hacían compañía al tercer hermano, pero, no todos eran amables y bondadosos. El tercer hermano únicamente poseía una porción del poder original de creación, es decir, sus creaciones nunca serían perfectas, por eso algunas criaturas no nacieron como él las diseñó, aunque todas le apreciaban y lo alababan, entre ellas, muchas veces se peleaban.
Había algunas criaturas poderosas, y otras débiles, había amables y crueles, bellas y horrendas, honestas y malvadas. Las más poderosas, habían heredado una parte del poder de creación, fueron conocidas como dioses o titanes. Estas fueron protagonistas de muchas historias que aún no han sido contadas, y muchas veces, trazaron el destino de las otras criaturas, a las que consideraban inferiores.
Mientras las creaciones del tercer hermano desarrollaban sus propias historias, el hermano mayor y su hermana seguían combatiendo, uno creando el caos, y la otra, protegiendo la materia que sus padres habían creado. Con el paso del tiempo, el hermano mayor se dio cuenta de que su naturaleza destructiva hacía sufrir a su hermana, y también a su hermano menor, al que estaba constantemente destruyéndole las criaturas que creaba. Para acabar con esa conducta, empleó su voluntad con el fin de someter aquel deseo de destrucción, utilizó su gran poder, por primera vez, para crear y no para destruir. Creó a una mujer que lo sometería, la más poderosa de todas las hembras, para dominarlo y controlar su ansia asesina. Esta mujer, que también poseía voluntad propia, se enamoró de aquel a quien debía domeñar, y ambos tuvieron una amplía descendencia.
Los padres de los tres hermanos se sentían orgullosos de todo lo que habían hecho sus hijos, pero, estaban aún más felices por ver qué la idea principal por la que crearon aquel universo material, permanecía como ellos la pensaron. La idea de que cualquier ser en aquel universo podría aprender de la experiencia, y emplear su propia voluntad para dominar aquello que lo hace infeliz. Habiendo presenciado como el universo que crearon se comportaba de la forma deseada, se despidieron de aquella existencia material, y retornaron a su forma original, al lado, y bajo el amparo, de Ásag.
El universo, un entresijo de maldades y bondades, lleno de seres, y repleto de oscuros vacíos sin vida; el desorden y la disciplina moran conjuntamente en este plano de la realidad. Las criaturas conscientes de su propia existencia se pelean o se reconcilian según manden su pasión y voluntad. No habrá nada más bello que el concepto del todo, donde todo se halla y nada se encuentra; es en este sitio, donde la vida que florece, espera ansiosamente que se acabe su tiempo, para, así, poder retornar a su legítimo lugar, en el cual, alma será una y cuerpos serán muchos.
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Ásag: 1ª derivación: compuesta por Ás-ag: (Él-es).
- No está claro que significa este nombre, muchos filósofos y autores literarios lo usan a menudo. Solemos referirnos a él, como el principio de todo, esa esencia necesaria de la que se origina todo lo demás. Se le representa como a una divinidad corpórea, pero eso no es muy acertado, ya que, él, existía antes incluso de la materia. Es el padre de las dos primeras almas, y el abuelo de los tres Demiurgos(*).
Demiurgos: No está derivada.
- Los tres hijos de las dos primeras almas, nietos de Ásag. El primero es de naturaleza destructiva, la segunda pacificadora, y el tercero creador. Aparte de participar en la creación del cosmos, el universo, y la realidad, no hicieron gran cosa. La mayoría de proezas o historias legendarias, fueron protagonizadas por las respectivas descendencias de estos tres. Existe un cuarto Demiurgo que se creó casi por accidente, un ser de pura maldad que una vez se rebeló contra los otros tres Demiurgo.