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Cuentos y relatos de un nuevo mundo

Página 1

Anacoreta

Antes de que los incesantes ciclos comenzasen, cuando los humanos aún no habían sido creados, habitaban todos los seres una misma realidad y percepción. Para que la realidad se fragmentase, y se formaran diferentes percepciones de la misma, eran necesarias las diferencias entre los mismos seres que habitaban el cosmos. Cuando muchos seres compartían una visión parcial de la realidad, la realidad tomaba otra forma para ellos. Si en esta nueva forma de la realidad se creía en la no existencia de otros seres, estos no aparecían en la nueva percepción. Los sentidos con los que conocemos lo externo son vitales para esto, cuantos menos sentidos posea un ser, más aspectos de la realidad se perderá. Aquellos que poseen muchos sentidos cognitivos, viven y existen en una percepción de la realidad más completa.


Debido a la juventud de la realidad temporal, y a la voluntad de los seres creados por permanecer unidos en visión y experiencias, la realidad aún no se había fragmentado. Poco le faltaba.


Ese tiempo estuvo gobernado por seres de poder inconmensurable, entes que tuvieron descendencia y en el futuro provocaron la diversidad en todo el cosmos. Sin embargo, uno, nacido del Demiurgo de la destrucción, se vio obligado a realizar una tarea eterna que le obligaría a vivir en soledad y constante cambio.


Zeunu Kerlule(*), él fue el escogido para salvaguardar la integridad de las percepciones. Sus padres le encomendaron aquel propósito, y él decidió desempeñarlo voluntariamente, o al menos eso piensan todos.


La triste verdad es que Zeunu fue castigado:


— Acércate a mí Zeunu, quiero decirte algo… —escuchó Zeunu como una voz lo llamaba mientras paseaba por las tierras cercanas a la casa de sus padres.


La madre de Zeunu acababa de hablar con su hijo sobre el propósito que él debía realizar si quería contribuir a mejorar la realidad. Le explicó la esencia de las percepciones, y de que dentro de poco la realidad comenzaría a disgregarse. Zeunu dudaba sobre su propio destino, fue a consultar a su hermano mayor, Pavok(*), que lo animó a realizar la tarea que sus padres demandaban. Aun así, Zeunu seguía con dudas en su interior.


— Conozco tus dilemas —continuó diciendo la voz misteriosa, que salía del interior de una pequeña cueva—. Las razones que te otorgaré serán esclarecedoras, y así podrás terminar de vagar sin rumbo mientras divagas en tus motivaciones.


Zeunu caminó hacia la entrada de la cueva, y ahí observó a quien le hablaba. Era un hombre enjuto, extremadamente delgado, de tez muy pálida; y Zeunu, no alcanzaba a ver el rosa de sus labios ni el blanco de sus ojos. El hombre, vestido con harapos, se quitó la capucha y se mostró a Zeunu tal cual era.


Zeunu, no me tengas miedo —dijo el hombre, cuando vio la expresión en el rostro de Zeunu.


Aquel hombre no tenía ni un ápice de carne o músculo en su cuerpo, todo entero estaba formado por huesos fuertes y gruesos. Era grande, medía dos veces la altura de Zeunu, y de un solo golpe podría haberlo derribado sin esforzarse. El hombre se había erguido y ahora Zeunu lo contemplaba con asombro y algo de miedo.


Zeunu miró al cadavérico rostro del hombre y dijo:


— ¿Quién eres?

— Tócame Zeunu, tócame y todas tus dudas quedarán resueltas —respondió el hombre esqueleto tendiéndole la mano a Zeunu.


Zeunu apenas dudó, tocó la mano de aquel hombre y todas sus preguntas desaparecieron, pero a un alto precio.


— Gracias Zeunu, lo lamento por ti. Pero te estoy agradecido.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Zeunu, que notaba como todo el cuerpo le picaba al mismo tiempo.

— Hay seres más poderosos que ambos, y ellos querían asegurarse de que tú cumplieras con tu cometido. Ellos me crearon. Yo fui el primer intento.

— ¿El primer intento? —siguió preguntando Zeunu, mientras se rascaba con más fuerza.

— El primer intento de crear un ser libre, un ser que no tuviera que obedecer a su instinto natural. Los Demiurgos son libres, poseen esa voluntad, pero sus hijos no. Tú no eres libre, tus actos eran predecibles y ya estaban escritos antes de que nacieras. Algunos hijos del Tercer Demiurgo intentan dotar de libertad a sus propias creaciones, yo solo fui un experimento fallido.

— ¡¿Qué me pasa?! ¡¿Qué es esto?! —exclamó agobiado Zeunu, mientras veía como su carne se desprendía y sus huesos comenzaban ser visibles.

— Gracias Zeunu, ahora tu carne pasa a mí —dijo el hombre, sonriendo con calma, mientras el fluido de carne de Zeunu se adhería a sus huesos—. Mis creadores me prometieron que dejaría de ser libre si cumplía con lo acordado. Me dijeron que si tocaba a alguien, mi mal pasaría a esa persona; pero, que si quería también traspasar mi libertad, tú debías ser a quien yo tocase.

— Espera… Espera… —dijo Zeunu, que se sentía muy débil y tuvo que sentarse en el suelo para no caerse hacia atrás—. No… No… ¿Por qué…?

— He pasado todo este tiempo en la soledad de esta cueva, me dijeron que cómo no eras libre y tus actos podían predecirse, vendrías a las cercanías de mi hogar con dudas. Ahora mi maldición es tuya. Se te ha dotado de libertad para escapar a los hechos previstos, ahora puedes cambiar tus instintos. Si deseas recuperar tu cuerpo, puedes tocar a quien desees, pero si quieres librarte de tu pesada libertad, deberás aceptar la tarea que tus padres te han pedido. Al final de los tiempos, si has obrado rectamente en tu oficio, se te liberará de este nuevo yugo.


Zeunu comprendió rápidamente lo sucedido, no intentó suplicar ni pedir más explicaciones, su temperamento sereno lo llevó a aceptar su cometido sabiendo que eso era lo mejor para todos. Se despidió de sus padres y hermanos, y partió para siempre en busca de cualquier amenaza para las percepciones.


Zeunu juró que haría pagar al responsable de ese engaño, al último responsable y causante de aquella desgracia. Emplearía el nuevo mal adquirido, la libertad, para conseguirlo.


Desde entonces, Zeunu sigue viajando en soledad, sin jamás tocar a nadie para no transmitirle su misma maldición, y con su objetivo siempre claro en su mente.



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Zeunu Kerlule: 2ª derivación y 3ª derivación: (Miura Kentaro).

- Hermano menor, que me visitas en mi torre blanca y dorada, que preparaste el camino de tu hermano menor. Siempre tuve miedo de lo que nuestro hermano menor podía hacer, pero de ti, el mediano, solo esperaba buenas acciones. Tu nombre expresa soledad y fatalidad; a través de tu maldición agónica, traes orden y paz a las percepciones de la realidad. Espero que en algún momento todo vuelva a unirse, así terminará tu infinita tarea, y podremos regresar los tres hermanos a la morada de nuestro bisabuelo.



Pavok: 1ª derivación: (Janus).


- Es el nombre de un ser que no conoce el tiempo, pero que ha muerto y nacido miles de veces. Es una deidad destinada a reencarnarse una y otra vez con cada ciclo universal. Cada vez que la luz blanca destruye todo el universo, él muere, y, cada vez que una nueva Primera Dama empieza a crear el nuevo mundo, él se reencarna en su primogénito. Se le encargó estar presente en todos los ciclos, y hacer acopio de todo lo sucedido, incluso, de los recuerdos de cada ser. Vive en una isla que nadie puede encontrar, y es el guardián de la Biblioteca Magna(*).



Biblioteca Magna: No derivada


- Según un antiguo mito, la Biblioteca Magna era la biblioteca más inmensa y grandiosa que pudiera haber existido sobre la faz de nuestro mundo. Se dice que guarda el conocimiento de todo lo ocurrido, de toda la historia, y de todas las personas que alguna vez existieron. Su eterno guardián y velador, Pavok, es el inmortal encargado de recoger y transcribir todo lo que sucede en nuestro kóe a kóe. La Biblioteca Magna ha sido siempre objeto de obsesión para muchos exploradores, sabios, y gobernantes codiciosos; todos y cada uno de ellos ansiosos por saber que era lo que se escondía en aquella misteriosa biblioteca. Sin embargo, la búsqueda de la Biblioteca Magna no es tarea para hombres comunes, por eso, muy pocos han podido verificar su existencia.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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