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Cuentos y relatos de un nuevo mundo

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Valor II

Aproximadamente, tres docenas de jóvenes estaban a punto de adentrarse en el bosque más negro y oscuro que ha existido bajo el cielo azul. La encomienda a realizar era simple, pero, mortal; debían alcanzar los árboles negros y llevar de vuelta a la aldea uno de sus frutos.


Raclu, líder del grupo y exento de temor, dirigía la expedición. Solo unos pocos se adentraron con él en la espesura del bosque, los demás siguieron las recomendaciones de Raclu y se quedaron al margen, y escondidos, esperarían cobardemente a que Raclu regresase victorioso.


Junto a Raclu caminaba Sekóx(*), descendiente del mismo Revqeyen; se hicieron amigos rápidamente, pues ambos comprendían la importancia del valor. Ninguno de los dos temía a la muerte y ambos pretendían acabar la misión con éxito, en su camino hacia los negros árboles estuvieron hablando y conversando el uno con el otro, pero, de entre todas, destacó la siguiente conversación:


— ¿Y cómo es crecer siendo descendiente de Revqeyen? ¿Cómo es criarse rodeado de gente que nace con el valor en sus venas? —le preguntó Raclu, recordando el pesar de que su hermano fuese un cobarde.

— Es más o menos igual que crecer en otro tipo de familia, lo único es que te sientes más tranquilo. Si sabes que nadie de tu familia le tiene miedo a nada, te sientes más seguro y más protegido; sabes que, si en algún momento alguna desgracia ocurriese, nadie se echaría atrás por miedo. La gente normal piensa que nacer sin miedo es un problema, piensan que te hace imprudente. En realidad, es todo lo contrario; no tener miedo hace que puedas ver las cosas tal y como son; y sin las perturbaciones que causa el miedo, eres mejor a la hora de evaluar un peligro y tomar decisiones.

— Tienes razón. Las personas que tienen temor a todo, ponen esa clase de excusas para engañarse a sí mismos, lo hacen para desviar sus pensamientos de la verdad.

— ¿A qué te refieres con “la verdad”?

— La verdad innegable del reino animal. Que todos aquellos que viven atemorizados son débiles, que el temor que tienen les obliga a ponerse a las órdenes de los fuertes y valientes. No son capaces de retar al líder, y, dominados por el desorden de sus propios corazones, se ponen ciegamente a seguir a quien consideran más fuerte.

— Bueno, pero es ley de vida, ¿no? Siempre habrá un macho alfa al que seguir. Y este no sería el dominante si los demás no se arrodillasen a sus pies.

— Pero eso debería ocurrir solo en el reino animal. Los humanos estamos destinados a ser libres individualmente, y no a seguir ciegamente a alguien. Para mí, alguien que se comporta como un animal no merece ser llamado hombre. Alguien que vive con miedo, obtendrá de mí el mismo respeto que le ofrezco a las bestias del campo.

— Ósea, que todos aquellos que han permanecido fuera del bosque, escondiéndose del peligro, para ti son como animales.

— No. Para mí ellos son personas, por eso no los he cazado para alimentarme ni he utilizado sus pieles como abrigo. Pero, lo único que respetaré de ellos serán sus vidas, todo lo demás, todos sus actos y opiniones, no valen nada para mí. A mis ojos, en cuanto se dejaron poseer por el miedo, perdieron todos los derechos propios de las personas.

— Con esa determinación, doy gracias de que no seas mi enemigo. —le dijo Sekóx, y ambos se pusieron a reír sin temor a lo que les esperaba.


Aparte de ellos dos, se adentraron el bosque dos compañeros más. Uno era el hijo de un rico comerciante que vendía armaduras de piel de cocodrilo gigante a los viajeros. Como regalo, el padre confeccionó una armadura para cada uno de los compañeros de su hijo. Se decía que la piel de cocodrilo gigante no podía ser atravesada por el colmillo o garra de ningún animal, así que el regalo fue gratamente aceptado. El cuarto integrante era una huérfana que vivía a la orilla del río, nadie la conocía y por lo visto nadie le había enseñado a hablar; lo único que hacía era balbucear incompresibles sonidos y observar todo curiosamente como un crío de poca edad.


Durante los dos primeros kóef no se encontraron con ningún problema, el interior del bosque no era diferente a otros, pero lo que lo caracterizaba era un fuerte olor como a podredumbre, y conforme se acercaban a su objetivo el hedor iba creciendo. Mientras que tres de los integrantes permanecían calmados, dos por voluntad propia, y uno, mejor dicho, una, por ignorancia, el hijo del comerciante se consumía diariamente por el temor a la muerte. Este último apenas podía dormir y cada segundo maldecía el momento que decidió acompañarlos, poco a poco el miedo fue adueñándose de su mente, tenía alucinaciones cada vez más frecuentes y empezaba a sospechar que sus compañeros lo traicionarían dejándolo abandonando en ese bosque infernal.


Una noyimia, el muchacho enloqueció por completo, se despertó en mitad de la noyimia y empezó a suplicar entre llantos y lloros que quería salir del bosque, les suplicó a sus compañeros que lo mataran para poder escapar de aquella pesadilla, y ellos se negaron. Como respuesta, el joven loco les atacó, maldiciéndolos por querer que siguiese sufriendo. Por precaución, Raclu ya le había quitado su zarutko(*), así que, se lio a tirarles piedras y golpearles con palos. Una de las piedras fue a parar a la cabeza de la única chica del grupo, la pobre, sin entender lo que sucedía, se puso a llorar escondida tras de un árbol. Raclu, que hasta ahora había estado intentando dialogar con el enloquecido muchacho, estalló en furia, se dirigió al agresor, lo cogió por el cuello presionando la tráquea, y lo lanzó contra el tronco de un árbol. Después, cogió con las manos desnudas una de las brasas de la hoguera que habían encendido para calentarse, y la presionó con fuerza sobre uno de los ojos del atacante. Terminada la acción, dijo:


— Ahora sufre los efectos de sucumbir al miedo y a su ceguera.


Acto seguido, Raclu se dirigió a consolar a la muchacha herida, que seguía acurrucada junto al árbol. Sekóx, se quedó perplejo por la situación, sin embargo, no pidió explicaciones a Raclu, y se encargó rápidamente de atar al hijo del comerciante. Una vez inmovilizado le olió el aliento y las yemas de los dedos, a continuación, se dirigió a Raclu y le dijo:


Raclu, escucha, este chico no ha comido ningún tipo de planta o fruto alucinógeno, ha comido las mismas provisiones que nosotros trajimos de la aldea. ¿Cómo es posible que haya enloquecido de esta manera?

— No ha enloquecido, solo ha mostrado su verdadera naturaleza. No era más que un débil y pestilente gusano que haría cualquier cosa por ahorrarse un ápice de dolor.

— Entonces lo que hace este bosque es mostrar la verdadera naturaleza de las personas. ¿Es eso lo que dices?

— En parte sí, fíjate en esto. —y agachándose le señaló una extraña planta que contenía un fino polvo amarillo—. Esto es lo que teme todo el mundo de este bosque, este polen debe contener algún tipo de alucinógeno y seguramente su inhalación también provoque que el cuerpo genere excesiva adrenalina. Comprueba el ritmo cardiaco de nuestro amigo sin cordura.

— ¡Madre mía! Casi parece que se le va a salir el corazón. ­—dijo después de acercarse al chico, y dejarlo sin conocimiento para medirle el pulso.

— Bien, ya sabemos a qué nos enfrentamos. Déjalo atado, lo recogeremos a nuestra vuelta y mostraremos al pueblo que era lo que alimentaba sus temores.

Raclu. ¿Y a nosotros no nos pasará lo mismo?

— Creo que no. ¿Conoces el diario del general Revqeyen?

— Sí, mi familia es la que guarda sus últimas pertenencias. ¿Por qué?

— De pequeño, cuando tu familia exponía al público el legado de Revqeyen, yo siempre leía por completo su diario. En este, se habla de la forma de burlar la muerte que conlleva adentrarse en el bosque Reidmaf.

— Yo también lo he leído en varias ocasiones, es de lectura obligatoria en mi familia. Pero no recuerdo nada de lo que estás diciendo.

— El diario repetía en varias ocasiones, “El bosque de los frutos hatof controlará tu mente tanto como tú no la controles”

— Ya, pero eso es simplemente una frase hecha, podría significar cualquier cosa.

— No lo creo, yo estoy convencido de que esa es la clave para sobrevivir al bosque. Si no me equivoco, el polen de la flora del bosque solo afecta si detecta miedo en quien lo aspira. Si nos mantenemos calmados y centrados en el objetivo, no creo que debamos preocuparnos.

— ¿Y ella? —dijo señalando a la ya calmada muchacha.

— Ella parece no entender nada de lo que ocurre, así que tampoco tiene motivo para tener miedo, esperemos que no nos encontremos con nada más que la ponga nerviosa.


Una vez descubierto el origen del peligro en el bosque de Reidmaf, ya únicamente quedaba encontrar los frutos sin perder la calma. Por fortuna, el miedo parecía no florecer dentro de las mentes de nuestros héroes, la esperanza crecía y si todo ocurría correctamente, no solo se salvarían, sino que podrían acabar de una vez por todas con esta cruel prueba.



Raclul dijo: “Que tus actos sean causa, no causados”.

También dijo: “Esta historia aún está por terminar”.



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Sekóx: 1ª derivación: (Netón).


- Otro de los nombres que se le atribuye al dios de la guerra.



Zarutko: 1ª derivación: compuesta por zar-utko: (raj-ante).


- Arma blanca de corto alcance, buena para cortar y rebanar, no para apuñalar. Se caracteriza por tener un robusto mango, hecho de trenzado de juncos de río. La hoja suele decorarse dejando que se oxiden ciertas partes del lomo de la hoja, a este proceso se le llama pintado en óxido. A menudo, se dibujan el pasado y el destino de, aquel, para quien se fabricó el arma.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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