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Cuentos y relatos de un nuevo mundo
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La sal de un río
El comienzo de esta historia transcurre durante el mes 7 del año 18 (años 524-527 aprox en tiempo prístino) del Waki-Reya.
La sal de un río es como nieve en el desierto, esquiva, imperecedera, y casi imposible de encontrar. La sal de un río nace de la paciencia y la desesperación en partes iguales, es como un grito de un borracho, como una voz que rasga la garganta al ser empleada, como rascarse la espalda en un áspero tronco. Porque la sal seca y preserva los alimentos en estado semi putrefacto, porque es demasiado sencilla como para dar tanto sabor, es simplemente demasiada esencia para un calmado río.
La sal de un río no agrada a nadie, por costumbre o por beligerante instinto, los ríos no deberían acaparar sal. Pero es la sal de un salador la que sala su vida, y existía un salador que navegaba en una canoa para conseguir este mal de aguas potables.
Una canoa, de color marrón sucio, subía y bajaba cada kóe el río Seyól(*). La manejaba una mujer adulta con mucha experiencia en esas aguas, y su trabajo era el de recoger sal del lecho del río para luego venderla. La sal del río Seyól era un ingrediente que compartía propiedades medicinales con otras sales del mundo, estas se usaban para producir las conocidas sales del Hekama(*).
La mujer recorría el río con calma y usaba una gran red sumergida para recoger rocas con alto contenido salino. La mujer necesitaba el dinero que la sal le permitía obtener para alimentar a sus muchos hijos, su marido había fallecido y ella quería serle fiel incluso después de su muerte.
Un kóe, cuando la mujer acababa de recoger un buen puñado de rocas con sal, emergió del agua un bello ser conocido como kernu. Los kernuf son conocidos por su extraordinaria belleza, son fuertes, poseen músculos bien definidos, y, además, son siempre gentiles y amables. Todo eso no es más que una fachada, pues lo que pretenden en realidad es cautivar a quienes deciden mostrarse para que obedezcan todas sus órdenes.
El kernu que se presentó ante la mujer era un macho; salió del agua con el pelo bien recogido, con su piel blanca y azulada reflejada en la claridad del agua, y con un hermoso brillo en los ojos. La mujer conocía el hecho de que en el río Seyól habitaban estos seres, ya era una experta eludiéndolos, pero, esta vez debería esforzarse más.
— Mujer trabajadora, no me rechaces porque soy quien te adora. No me ignores, porque me produces ensoñaciones. Déjame que te dé un beso, y luego ven conmigo, solo te pido eso.
— Tengo que recoger más sal para dar de comer a mis niños. Si eso no puedes facilitarme, de ti no puedo fiarme —respondió la mujer, imitando al kernu.
— Mujer fuerte, pienso kóe y noyimia en como alegrarte. Sacrificas tu bella pálida tez, y la cambias por manchas y arrugas en tu piel. Burlándote me imitas, más para mí son halagos que a mi cuerpo incitan.
— Aún ninguno de vosotros me ha conseguido convencer, mi difunto marido sigue claro en mi memoria, y de ahí no se va a mover.
— Pues un trato te propondré, saciaras a tus hijos, y a cambio yo te tendré. Tiéndeme tus manos, curtidas como la de un artesano. Con ellas adivinaré, cuál usas para la sal, y cuál para la red.
— Si aciertas, tomarás mi vida y cuerpo para que te diviertas. Si te equivocas, te darás la vuelta y te pondrás sobre aquellas rocas —dijo la mujer, señalando un montículo de ásperas rocas a un lado de un pequeño salto en el río.
La mujer le tendió sus manos al kernu, y este tocó ambas para intentar adivinar cuál era la mano buena y cuál la mala. Lo que el kernu no sabía, es que la mujer había mojado su mano mala en el agua del río para quitarse los restos de sal, y había frotado su mano buena en las rocas de sal que ya había recogido para que quedasen impregnadas del fino polvo blanquecino.
El kernu vaticinó:
— Mujer sencilla, posees manos fuertes, duras como la arcilla. Tu buena es la izquierda, y tu mala es la diestra. En la última hay sal; en la primera, gotas en tu mano bella como un rosal. No podía ser de otro modo, tan única y especial, ahora sin ti me sentiría yo solo.
— Kernu despistado, que mis manos te he mostrado. No has prestado la suficiente atención, colócate junto a las rocas mientras te explico la razón.
— Lo que quieras haré, si he perdido jamás te olvidaré —dijo el kernu mientras se dirigía hacia las rocas—. En tus rocas ya estoy, dime amor, dime por qué afortunado no soy.
En cuanto el kernu llegó hasta las rocas pudo sentir como un gran peso le golpeaba la espalda. La mujer había aprovechado que este último estaba de espaldas para acercar su canoa hasta el salto en el río. Sirviéndose de la velocidad que esa pequeña cascada le daba, fue directa hacia el kernu y lo arrolló aplastándolo en las rocas.
Mientras la mujer veía como el kernu se hundía, bien por muerto, o bien por asustado, dijo en voz alta:
— Afortunado no eres, querido kernu, por qué aún algo me debes. Los tuyos se llevaron a mi primogénito, y mi marido se mató por ese mérito. Nuevas lecciones ahora enseño, que no se acerquen a vosotros, que mataros sea su desempeño.
Así la mujer de la canoa siguió recorriendo el río Seyól, recogiendo sal, cobrando por ella, y educando a sus hijos en cómo afrontar los males de este mundo.
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Seyól: 2ª derivación: (Gihón).
- Río profundo y largo de aguas claras y saladas. Se ubica al sur del continente Zeuoma, y casi lo recorre entero de este a oeste. Grandes selvas visten las orillas del río, y muchas tribus de salvajes han vivido y siguen viviendo de lo que el río les otorga. La historia de la fama de este río es interesante: Cuando el imperio de Zaksu Zepa estaba en plena decadencia, y a punto de desmoronarse por el peso de su propia ambición, se trajeron muchos pajoraf desde las tierras del norte de Zoka. Estos pajoraf eran de raza Nvnayu, como la mayoría de pajoraf en el mundo. Lo que sucedió en este río fue que muchos pajoraf se rebelaron y se negaron a seguir obedeciendo órdenes despóticas y crueles. El alzamiento fue detenido inmediatamente, las fuerzas militares de Zaksu Zepa eran tremendamente poderosas, y los pajoraf fueron duramente castigados. El actual emperador del imperio de Zaksu Zepa, nieto del propio Zaksu Zepa, y seguramente uno de los peores gobernantes de la historia, decidió emplear a los esclavos en experimentos de ciencia moderna. Seleccionó a aquellos más bellos y fuertes, y mató a todos los demás. Los supervivientes fueron obligados a ser intervenidos quirúrgicamente, a reproducirse de manera selectiva, y a exponerse a diferentes tipos de radiación para generar deficiencias en su genoma. El resultado, tras muchos demacradores experimentos, fue la concepción de las bestias conocidas como kernuf(*). Humanos acuáticos, muy hermosos, que nacen con niveles de psicopatía extremos.
Kernu: 3ª derivación: (jengu).
- Aunque poseen apariencia semejante a la humana, los kernuf nunca han sido considerados personas. No poseen los derechos de un humano, pues se ha demostrado en varias ocasiones que son incapaces convivir con humanos normales. Su mente está tan trastocada, que no pueden resistir el impulso de apoderarse de aquellos con voluntad propia. Estética y fisionómicamente son pura belleza, presentas rasgos de hermosos Nvnayu, y sus cuerpos son estilizados y atléticos. Sus piernas son delgadas y tienen membranas que les ayudan a nadar; y, para moverse a gran velocidad bajo el agua, pueden juntar ambas y usarlas como una cola de pez. Los dedos de sus manos son largos y se asemejan a las patas traseras de los anuros del mundo prístino. Siempre van completamente desnudos, y en ciertas partes de su cuerpo su piel se torna en placas similares a las de las tortugas. No son capaces de respirar bajo el agua, de hecho, no respiran tampoco en la superficie. Obtienen el oxígeno de los tejidos vivos de los animales que ingieren. Además, los kernuf no pueden aparearse entre ellos, para poder tener descendencia deben procrear con humano normal. Después del apareamiento, los kernuf manipulan a sus correspondientes parejas humanas para que adopten durante un tiempo al vástago de ambos. La cría de kernuf, desde que nace y vive con su progenitor humano, empieza a manipularlo psicológicamente para que acabe por suicidarse. Esto, sorprendentemente, suele funcionar, ya que las crías de kernuf nacen con ese mismo patrón psicópata que poseía su progenitor kernuf. Posteriormente, si el pequeño kernuf ha pasado la prueba y ha logrado que el humano se quitara la vida, es aceptado como uno más entre su colectivo submarino.
Sal del Hekama: No derivada y 1ª derivación: (Sal del cocito).
- La sal del Hekama(*) es el nombre que reciben una mezcla específica de minerales y hierbas medicinales, que, molidos hasta formar un fino polvo rosáceo, se utilizan por sus excelentes propiedades regenerativas. La sal del Hekama puede cerrar cualquier herida en cuestión de segundos, pero durante el proceso, se sufre un gran dolor. La sensación es como si un hierro candente te quemase la piel, al mismo tiempo notas como la herida se contrae y tira de la piel cercana, y cuando la herida se ha cerrado por completo, te sientes tremendamente débil y sin fuerza.
Hekama: 1ª derivación: (cocito).
- Podría considerarse un sinónimo para lo que en el mundo prístino llamaban Infierno. Se creó con el objetivo de contener y mantener prisioneras a todas las criaturas y entes que actuaban en desacuerdo con lo que el Tercer Demiurgo esperaba de ellas. El Tercer Demiurgo, padre de los principales dioses y de muchas otras criaturas, estableció unas leyes sagradas que todo ser debería respetar y obedecer. Estas leyes se basaban en el amor y respeto mutuo, y no daban cavidad al egoísmo y la avaricia. Eran leyes simples, pero no muy concretas, por eso, una parte de las criaturas hijas del Tercer Demiurgo se revelaron y crearon el Cuarto Demiurgo. Después de que el Cuarto Demiurgo se descontrolara por completo y de que Ásag lo detuviera, el Cuarto fue encerrado en el Hekama, junto a todos aquellos que le dieron vida. Actualmente, la creencia de que todas las almas malvadas van a parar al Hekama está muy extendida, y la verdad es que nadie puede afirmarlo o negarlo, ya que nadie ha vuelto después de muerto.