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Cuentos y relatos de un nuevo mundo
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Una voz áspera y ardorosa
El comienzo de esta historia transcurre durante el mes 9 del año 45 (años 1339-1341 aprox en tiempo prístino) del Peipusa-Reya.
Las tierras de Aqkat(*) son un conjunto de poblaciones y ciudades pertenecientes a un mismo reino submarino. Esta nación habita en lo profundo del Mar Mayor, sus habitantes viven en grandes ciudades sumergidas, en enormes cúpulas cristalinas que les protegen de no morir ahogados. Cuando su capital aún estaba en construcción, una interesante fábula ocurrió.
Un hombre, un borracho fuerte, de voz rota, de mirada endiablada, y con un fuerte olor a despreocupación. El hombre caminaba por las oscuras estrecheces de la naciente ciudad, los animales callejeros huían de él, pues, la fortuna no le acompañaba. Su nombre era Het Kaulk(*), todos lo llamaban solo Kaulk, y trabajaba como pianista por el kóe para poder pagarse las copas por la noyimia.
Un kóe, Kaulk despertó en la calle después de que unos atracadores le intentasen robar su dinero. Los asaltantes descubrieron que Kaulk no tenía dinero, así que solo le pegaron una paliza y lo dejaron inconsciente. Kaulk estaba acostumbrado a esa clase de sucesos; debido a la construcción de la ciudad, la seguridad y milicia policial brillaban por su ausencia.
Kaulk despertó esta vez al lado de una anciana, esta llevaba ropas viejas y un gran bolso de cuero y estampado floral. Kaulk se sobresaltó, no esperaba despertar al lado de semejante mujer, y se apartó enseguida. La anciana se despertó cuando Kaulk se movió, y entonces, esta última dijo:
— Oah… Qué sueño más grande… —dijo la mujer mayor desperezándose, bostezando, y apoyándose sobre la pared de cemento que tenía detrás.
— ¿Tienes algo de alcohol? ¿En el bolso quizá? —preguntó Kaulk, solo preocupándose de su principal adicción.
— No, cielo, ya lo habría sacado si lo tuviera.
— Ah… Mierda, pues entonces vete. —dijo Kaulk, también apoyándose en la pared—. Yo estaba aquí antes, me molestas.
— Yo estaba aquí antes, vete tú —respondió la anciana mientras sacaba una pequeña lámpara de incienso y prendía un fino polvo azul mezclado con unas hojas secas.
— Venga ya… Otra con eso. Como si no tuviera ya suficiente con mis hijas… —dijo Kaulk al ver que la anciana prendía con ansia el contenido de la lámpara.
— Es nuevo, ¿sabes? Me lo han pasado esta mañana.
— ¿Fresco?
— Fresco como los niños que lo hacen.
— Ves, ese es otro motivo por el que yo paso de eso.
— Bueno, anda, acércatelo al morro y disfruta —le contestó la anciana acercándole la lámpara de incienso a Kaulk
— ¡Te he dicho que paso, vieja hoisu(*)! —dijo Kaulk tirando la lámpara, y desperdigando parte de su contenido.
— ¡Vale, vale! ¡Pero no lo tires! —se lanzó de inmediato la anciana para recoger lo que se había caído.
— Vete ya, ya me estoy cansando. Y dame el dinero que lleves en el bolso.
— ¿¡Qué!? No te voy a dar mi dinero. Y tampoco me voy a ir.
— Hoisu maldita —dijo Kaulk poniéndose en pie y pegándole una patada en la cara a la anciana.
La anciana comenzó a sangrar por la nariz, intentó protegerse la cara del golpe de Kaulk, pero estaba tan colocada que apenas percibió nada.
La sustancia azulada que la anciana consumía tenía un efecto muy rápido, pero también se agotaba con prontitud. Era difícil morir por sobredosis, por eso era tan popular. No obstante, normalmente no podían encontrarse más que las sobras de otros consumidores. Este polvo se conocía como Shinm(*) en honor a su inventor y principal distribuidor Shinm Zerat, y podía quemarse muchas veces, pero cada vez que se quemaba se perdía parte de su pureza. La pérdida de pureza conlleva un mayor riesgo para la salud, y un menor efecto de la sustancia en sí.
— ¡Toma, toma! —dijo la anciana entregándole el dinero que llevaba en el bolso a Kaulk — Ya me voy…
Kaulk, después de ver cómo la anciana se alejaba caminado a intervalos, como si se quedase dormida a mitad de un paso, se sentó de nuevo y contó cuánto dinero había conseguido. No era demasiado dinero, lo suficiente como para poder emborracharse una noyimia. Luego, Kaulk simplemente se quedó quieto donde estaba, estuvo quieto pensando y cantando melodías con su abrasiva voz. Pero, algo le hizo moverse.
La anciana, a la que Kaulk había robado y golpeado. Estaba dando tumbos de un lado de la calle a otro, y sin darse cuenta, acabó metiéndose en el camino de una de las grandes máquinas de construcciones que había cerca de allí.
— ¡Eh! ¡Apártese de ahí! —le dijo un operario a la anciana.
La anciana apenas escuchó la advertencia, y los constructores, faltos de consciencia, continuaron con su trabajo sin preocuparse de lo que pudiera pasarle a la anciana. Fue entonces cuando una máquina que parecía un cruce entre una apisonadora y una excavadora estuvo a punto de matar a la anciana. No obstante, justo cuando la anciana estuvo a punto de ser aplastada, y mientras las risas de los operarios que la matarían se oían, Kaulk se levantó rápidamente y la sacó de aquel aprieto.
— ¡¿Qué haces?! ¡Suéltame! —se agitó nerviosamente la anciana, mientras Kaulk la sacaba agarrada por el brazo, y ambos se detenían en un pequeño puente que pasaba por encima de una carretera.
— Oye, no tenía por qué ayudarte, así que cállate y no te metas ahí de nuevo —le dijo Kaulk sin muchas ganas de aguantar los delirios de una vieja drogadicta.
La anciana siguió sin mostrar agradecimiento a Kaulk, al parecer no se había dado cuenta de nada de lo ocurrido. Y Kaulk, que estaba a punto de marcharse a su bar habitual para comenzar a tocar el piano, se encontró de frente con un hombre alto y fuerte que le paró su andar.
— Vaya… Me parece que no deberías haber hecho eso —dijo el hombre fuerte de ojos naranjas, que estaba acompañado por una mujer aniñada, también con naranja en sus ojos—. La anciana a la que has ayudado debería haber muerto.
— Oye, no me importa. Solo déjame irme y podrás hacer lo que quieras con ella cuando yo no esté mirando —dijo Kaulk, con cara de cansancio, e intentando pasar a un lado del hombre misterioso para que le dejase de hablar.
— Mi nombre es Raclul, recuérdalo cuando ahora mueras —le dijo Raclulponiendo una mano sobre el hombro de Kaulk, impidiéndole moverse.
— ¿Qué dices? Apártate —dijo Kaulk, intentando apartar de un golpe el brazo de Raclul. Pero, el brazo no se movió, y Kaulk comenzó a preocuparse.
— Oye, soy bastante paciente, pero tampoco puedo perder el tiempo. Escoge, te mato ahora junto a esta anciana. O te arriesgas y jugamos a un pequeño juego.
— ¡Oye suéltame! —se quejó Kaulk, que notaba con fuerza el agarre de Raclul.
— Bien, pues entonces no jugaremos a nada… — dijo Raclul preparándose para atacar.
Raclul agarró a Kaulk con tanta fuerza que le dejó varios moratones, y, luego, le propinó un fuerte golpe en la mandíbula que lo dejó inconsciente.
Cuando Kaulk volvió a despertar, se vio a sí mismo colgando de una cornisa en un edifico que aún estaba en fase de construcción. Miró alrededor y vio también a la misma anciana a la que había salvado unas horas atrás. Ambos estaban atados con cadenas de metal y suspendidos al borde de una altura considerable.
— Ya me he ocupado de lo que debía ocuparme, así que ahora ya tenemos tiempo para jugar —dijo la voz de Raclul, que estaba apoyado sobre una viga metálica que aún no se había colocado.
— ¡Oye! ¡Bájame de aquí! —exclamó Kaulk, que no veía muy bien a Raclul por la oscuridad de la noyimia, y al que le dolían mucho las muñecas por las heridas causadas por las frías cadenas.
— Cálmate —dijo Raclul acercándose para que ambos, tanto la anciana como Kaulk, pudieran verlo con claridad. Y luego, mirando directamente a Kaulk, continuó—. El juego es el siguiente. Debes escoger entre salvar tu vida o la de ella, dependiendo de lo que escojas morirás o no.
— ¡No voy a jugar a tu juego, maldito depravado! —respondió Kaulk sin miedo, pero muy enfadado.
— Yo no me arriesgaría y tomaría una decisión —dijo Raclul, sacando una larga lanza dorada de dos puntas, y poniéndole una de sus hojas sobre el cuello a Kaulk.
Se hizo el silencio, Kaulk comprendió que aquel hombre hablaba en serio. Él mismo no podía entender por qué le estaba ocurriendo todo esto, pero, debido a que no era un hombre especialmente temeroso, asumió su mala fortuna y tomó una decisión.
— Te daré mi respuesta si antes puedo tomar un último trago, uno por si acabo muriendo —respondió Kaulk, desafiando con la mirada a Raclul.
— De acuerdo, te permitiré beber un poco de esto justo antes de que mueras —dijo Raclul mostrando una pequeña petaca llena de algún licor—. Pero no beberás si no estás destinado a morir por mi mano, de este modo, beber será tu sentencia de muerte.
— Bien, pues decido que me mates a mí y dejes vivir a esta hoisu —dijo Kaulk refiriéndose a la anciana que tenía a su costado.
— Así sea.
Raclul se acercó y agarró por el cuello a la anciana. Mientras esta intentaba pedir auxilio con débiles gritos de socorro, Kaulk pudo ver como los ojos de la anciana comenzaba a parpadear rápidamente, y como su rostro se enrojecía e hinchaba. Cuando un leve crujido se escuchó y la anciana dejó de resistirse, Raclul se acercó de nuevo a Kaulk y le dijo:
— Parece que has adivinado que iba a hacer lo contrario de lo que me dijeses. De este modo vivirías si eres generoso y morirías si hubieras sido egoísta.
— ¿Vas a dejarme marchar ya? —preguntó Kaulk, sin apenas sentir nada por la anciana que acababa de ser asesinada.
— Aún no —dijo Raclul sacando la pequeña petaca y poniéndosela en frete a Kaulk—. Ten, bebe un poco.
— No gracias.
— ¿Tienes miedo de que beber te condene? ¿De que yo vaya a matarte si bebes?
— Sí —dijo Kaulk sin dudarlo, y con una expresión que comenzaba a mostrar algo de ira.
— Bebe —dijo Raclul poniéndole la petaca en los morros, y obligando a Kaulk a beber a la fuerza. Cuando toda la boca y barbilla de Kaulk quedaron mojadas del fuerte licor, Raclul le dijo al oído—. Te he dicho que beber sería tu sentencia de muerte.
— No voy a suplicarte, no pienso darte esa satisfacción —dijo Kaulk aceptando lo que iba a ocurrir, y cerrando los ojos para repasar todos los buenos, y pocos, momentos añorables de su vida.
— Todo sea por lo que debe acontecer… —dijo finalmente Raclul, mientras le rajaba el cuello a Kaulk con un poderoso golpe de su gran lanza.
Esa vida terminaba ahora para Kaulk, una nueva comenzaba. Lo que debía acontecer sucederías gracias al esfuerzo de su eterno e incomprendido guardián. Mientras el futuro de la humanidad iba asegurándose muy poco a poco, Kaulk despertó en un lugar que Raclul preparó para todos los que mueren sin comprender la esencia verdadera de la propia vida.
— ¿Qué es esto? —preguntó Kaulk, observando que se encontraba en una especie de cueva gigante, oscura, y de paredes rojizas y viscosas.
Kaulk miró a su entorno, y vio el cuerpo de una mujer tendido en el suelo. Kaulk se acercó a la mujer, y la giró para ponerla bocarriba y poder verle el rostro.
— Estupendo… La vieja hoisu ha bajado conmigo al infierno —dijo Kaulk, viendo como la mujer que había en el suelo era la anciana a la que había visto morir.
La mujer estaba llorando amargamente, como si morir le hubiera causado un gran dolor. Kaulk, con poca paciencia, y harto de que su existencia fuera tan injusta. Le pegó dos fuertes puñetazos en la cara a la anciana, y así esta se mantuvo callada.
Y así comienza la segunda vida de aquellos que murieron en pecado capital. En el estómago de una gran bestia, la mascota de Raclul, que se le prestó para hacer acopio de todas las almas libres que han fallado en su pensamiento y filosofía. Para que estos hombres y mujeres puedan hallar consuelo y paz tras la muerte, el juicio de sus actos debía ser pospuesto; debían aprender de sus faltas en las entrañas de ese descomunal animal. Y, con el tiempo, la esperanza de Raclul era que todos pudieran ser felices cuando hubieran conocido la verdad.
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Aqkat: 2ª derivación: (Atlas)
- Famosa ciudad situada en las profundidades del Mar Mayor(*). Es una de las pocas ciudades a las que se les suele llamar “marinas”, ya que, o están en fondo del mar, o flotan en su superficie. Los guerreros de Aqkat siempre han sido famosos por su fuerza extraordinaria. Y, pertenecientes a esta ciudad, hay una abundante cantidad de héroes legendarios que, según sus propias leyendas, ayudaron en batallas contra grandes bestias y monstruos de la antigüedad.
Mar Mayor: No está derivada.
- En el nuevo mundo ya no se emplea la denominación “océano”. Debido al proceso conocido como “radicalización del clima”(*), las masas de agua han visto su tamaño reducido. Lo que antes fueron océanos, ahora simplemente se llaman mares. El más grande de estos mares es el Mar Mayor, ubicado en la costa oeste de los continentes Zoka y Zeuoma.
Radicalización del clima: No está derivada.
- Después de que el mundo prístino llegase a su fin, y un nuevo ciclo comenzase, el planeta que habitamos pasó por ciertos cambios. Uno de estos cambios afecto directamente al clima. El fenómeno de radicalización del clima se evidencia observando como las zonas de clima templado han decrecido. En el nuevo mundo, los polos son más fríos, los desiertos más amplios y calurosos, las masas de agua más pequeñas, y las montañas más nevadas. Es decir, los climas más extremos del mundo prístino se volvieron aún más extremos, y los climas templados tuvieron, por consecuencia de esto último, que ir reduciéndose en superficie.
Het Kaulk: 1ª derivación: (Tom Waits)
- Su adicción al alcohol y sus malas formas lo llevaron a ser uno de los primeros hombres a los que Raclul Replu encerró en una curiosa prisión viviente. El objetivo de esta prisión es la de redimir a los pecadores que viven en ella tras agotárseles el tiempo de vida. Het Kaulk fue uno de los muchos que acabaron en el estómago de la mascota de Raclul, pero destacó por adaptarse rápidamente, y por formar parte del primer grupo de personas que lograron escaparse del mismo.
Hoisu: 1ª derivación: (viej-a).
- Es una famosa expresión para referirse a alguien de avanzada edad. Si bien su significado literal no es de connotación negativa, muchos lo consideran un insulto.
Shinm: 2ª derivación: (Frank).
- Es una sustancia psicoactiva depresora que genera una gran dependencia física, y no tanto una psicológica. Se popularizó durante el nacimiento de la ciudad de Aqkat. Creada por Shinm Zerat(*), esta droga dura genera grandes perjuicios para el organismo, así como una calma y relajación en el momento en el que entra en torrente sanguíneo. Su apariencia se define como un fino polvo azulado, con “cúmulos” o “pegotes” de pequeñas masas blanquecinas. Algunos consumidores añaden otros componentes a la mezcla, como hojas secas de alguna planta psicotrópica, o incluso otras drogas. Suele consumirse por vía nasal, lo que suele conllevar una fuerte mal función del sistema respiratorio, y rápidas apariciones de agujeros y heridas en el puente de la nariz. La razón de la popularidad de esta sustancia es su bajo precio, y la capacidad de cremación rápida que posee. Esta cremación acelerada permite inhalar grandes cantidades de Shinm en poco tiempo, lo que aumenta significativamente la rapidez con la que afecta al organismo. El secreto de esto se encuentra en su composición química, y es que en realidad no se quema la sustancia, solamente se hace reaccionar con otros elementos introducidos en la misma mezcla del Shinm. Es decir, no es una combustión convencional que necesite del suministro del oxígeno del aire, es más bien una reacción interna de varios derivados reactivos en el propio Shinm. Esto es lo que causa que el Shinm suelte un humo azulado muy pesado, que se asemeja más al polvo que a algún gas; y también es la causa de que aparezcan pequeñas chispas moradas ramificándose por Shinm en proceso de cremación. Los síntomas más comunes son, en menor medida, la perdida de la consciencia y percepción correcta del entorno, y en mayor medida, la relajación y calma mencionadas anteriormente. Aparte de la fuerte adicción, los efectos perjudiciales a largo plazo suelen ser: Fácil irritabilidad, insomnio, heridas y hemorragias en el sistema respiratorio, mal función de algunos grupos musculares en las piernas y el pecho, ceguera temporal por la exposición directa al producto de la cremación del Shinm, y estado de coma semipermanente; este último depende de la habitualidad y las cantidades que el sujeto suele consumir.
Shinm Zerat: 2ª derivación: (Frank Lucas).
- Excelente químico y arquitecto, destacó por inventar una potente droga dura que fue bautizada con su propio nombre “Shinm”. Shinm Zerat estudió gracias al trabajo duro de sus padres, y fue contratado como uno de los ingenieros y arquitectos principales en el proyecto de la ciudad submarina Aqkat. Practicando química avanzada como hobby, logró sintetizar un depresor que en principio era para uso personal. Observando el éxito que tuvo entre sus colegas ingenieros, decidió patentarlo y venderlo como un ansiolítico. Poco después se ilegalizó dicha sustancia, y Shinm Zerat dejó su actual trabajo para dedicarse por completo a la fabricación y posterior venta del “Shinm”. Finalmente, Shinm Zerat fue detenido y encarcelado para el resto de su vida. Unos kóef después de su encarcelamiento, la consumición del Shinm se hizo legal, y la venta estaba autorizada siempre y cuando se tuviera una licencia controlada por el gobierno de la ciudad de Aqkat.