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Cuentos y relatos de un nuevo mundo

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Ira III

El duelo de miradas, entre un padre que había perdido a su hija y el responsable de su muerte, continuaba todavía en la penumbra de la habitación 213 del hotel Carolina, pero, si algo debía suceder, no podría tardar más de 6 minutos, pues ese era el tiempo que le quedaba a Strafe antes de morir.


No parecía haber mucha esperanza para Strafe, atado, golpeado, y envenenado; parecía que todos los esfuerzos por vengar la muerte de su hija serían en vano. De todos modos, en él aún seguía vivo aquel deseo, alimentado por la creciente ira en su interior, no dejaría escapar la oportunidad de hacer justicia, aunque eso conllevase su propia muerte.


Su enemigo, Strauss, aún lo seguía mirando y estudiando. Strauss no tenía fama de ser descuidado o confiado, siempre estaba encima de todas las cosas que pudiesen acarrearle algún tipo de mal, fue esa misma conducta la que le permitió crecer en el negocio y aplastar a su competencia. Pero, también es la obsesión que Strafe aprovechó para atacar.


Conociendo esta conducta en su presa, Strafe estableció un plan con el que podría acabar con su enemigo, pero, por desgracia, el veneno lo mataría igualmente cuando pasase su tiempo.


Comenzó con una astuta mirada hacia la ventana, otra debajo de la cama, a esto, le siguió un rápido cruce de miradas con Strauss, y, por último, bajó la vista levemente, fingiendo desesperación y tristeza. Estos actos y miradas de Strafe podrían parecer aleatorios bajo la vista de un inexperto en el estudio de la psicología de la conducta, pero ese no era el caso de Strauss, él había estudiado casi todos los campos conocidos de la medicina y la psicología. Esto, combinado con su fuerte deseo de controlarlo todo, hizo a Strauss una presa fácil para Strafe. Strafe se lo jugó todo a una carta, si Strauss no mordía el anzuelo, él moriría y no podría vengar a su hija.


Después de ver las sospechosas miradas de Strafe, Strauss se dirigió con cautela a la ventana, la cerró lentamente, examinándola por si había algo sospechoso en ella. Seguidamente a esto, fue hacia la cama, estaba a punto de agacharse, y, Strafe, ansioso de que ocurriera, visualizaba como le atacaría; saltaría de espaldas sobre Strauss cuando dejase su espalda al descubierto, le golpearía directamente con la silla, para que, de este modo se rompiera y pudiera liberarse de sus ataduras.


Casi todas las piezas estaban ya en posición, pero el instinto perspicaz y cauteloso de Strauss hizo que este se detuviera antes de inspeccionar la cama. En vez de agacharse para mirar si había algo debajo, levantó por un lado la cama entera, hasta que la puso en completa posición vertical, así podía inspeccionar el suelo de la cama sin necesidad de estar agachado todo el tiempo.


Strafe actuó deprisa, pues sabía que su plan ya no le serviría. Cuando Strauss hubo terminado de revisar la cama y el suelo, justo en el mismo momento que la había empujado para que la cama volviese a su posición inicial, Strafe se tiró de cabeza al frío mármol donde caería la cama. Strafe tensó los músculos de su cuerpo para que la fuerza del golpe no se dispersase por él, y la silla recibiera todo el impacto de la cama en caída.


Los hierros de la cama aplastaron la silla, esta se rompió en mil pedazos mientras a Strafe se le clavaban algunos retazos de la silla. Strafe estaba libre, aunque algo malherido, consiguió arrastrarse fuera de la cama, pero un enfurecido doctor Strauss le esperaba fuera. Nada más salir, recibió el impacto de la contundente base de hierro de una alta lámpara de mesa. El golpe acertó en la frente, justo por encima de la ceja izquierda, enseguida empezó a brotar sangre a chorros; un segundo golpe resonó en la habitación, esta vez en la sien izquierda de Strafe. De nuevo, Strauss cogía impulso para asestar otro golpe, pero, Strafe detuvo el tercer intento de agresión con una única mano. Se había incorporado levemente después del segundo golpe, y con una mirada enfurecida había detenido al agresor justo antes de que el hierro volviese a tocarle.


Strafe agarró con firmeza el cuerpo de la lámpara, y se la arrebató a Strauss de las manos, con un fuerte tirón se deshizo de la pantalla de la lámpara y se preparó para golpear a Strauss, que se había quedado paralizado por ver cómo la situación se le iba de las manos. Como si de un deporte cualquiera se tratase, Strafe golpeó, con decisión y contundencia, la cabeza de Strauss. Con la misma elegancia y dinamismo que porta un bateador profesional, mató de un solo golpe a su más acérrimo enemigo.


Con su enemigo vencido y su venganza cumplida, a Strafe solo le quedaba tumbarse a morir. Ahí se encontraba, en la solitaria oscuridad del Carolina, para sus adentros una única pregunta revoloteaba en su mente, ¿Sería Dios bondadoso con su alma? ¿Le permitiría ver a su hija antes de encerrarlo en el infierno?


Fuese cual fuese la respuesta a esa pregunta, Strafe no lo averiguaría en ese momento, pues, alguien entró en la habitación. Era su abogado Nivek Lomax, de inmediato ayudó a Strafe a incorporarse y llegar a la calle, juntos esperaron a una ambulancia, y unos días después, cuando Strafe estaba recuperado, tuvieron una charla en la cafetería del hospital:


— ¿Cómo me encontraste? —fue lo primero que dijo Strafe al sentarse en la cafetería.

— Sé que me conoces como, poco más, que un abogado de oficio al que le encasquetaron tu defensa en los tribunales. Pero la verdad es que también me dedico a otra clase de actividades.

— No has respondido a mi pregunta —replicó Strafe, algo impacientado.

— Calma, a eso voy —contestó Nivek, mientras mordía uno de los panecillos de su plato—. La verdad es que no me quedé tranquilo cuando te bajaste del coche, te puse un pequeño localizador en la suela de tus zapatos, y además te seguí durante los siguientes días. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que ibas tras ese indeseable, cómo se llamaba…, ¡Ah sí! Strauss, el doctor Vin Strauss.

— ¿Y por qué me seguías? Tu relación conmigo era puramente profesional, ¿qué interés podías tener en vigilarme?

— Dejémoslo en que eres una persona, poco usual. No me importa tu pequeña riña con Strauss, te he salvado porque necesitaba algo de ti, necesito que me ayudes a atrapar a ciertas personas.

— Me parece que no te entiendo, ¿cómo que “atrapar a personas”?

— Deja que me explique. En el planeta hay una serie de individuos, repartidos a lo largo y ancho de la Tierra, que desean fervientemente provocar desgracias a los humanos, no son más que animales con apariencia humana, que solo viven para disfrutar de sembrar el caos entre las personas. Son lo que la gente normal llamaría, demonios.

— Ya, claro, por supuesto. Muchas gracias por el café, pero es muy tarde, me tengo que ir ya —dijo Strafe mientras se levantaba de la silla.

— Calma, sé que es difícil de entender y aún más de creer. Pero, hazme caso, te he salvado la vida, ¿no? Quédate hasta que termine, me lo debes.

Verdammt noch mal, was für eine verdammter Nervensäge —soltó Strafe, mientras se volvía a sentar.

— Verás, hace unos años, me vi envuelto en cierto accidente. Digamos que algún que otro demonio se encaprichó con fastidiarme la vida. Ahí comenzó mi nueva vida como cazador de demonios, desde ese momento he estado persiguiendo y matando a estos seres de los que te he hablado antes.

— Pero vamos a ver, ¿cómo quieres que me crea eso?

— Bien, aún no me crees, y si te digo que Strauss era un demonio, y que aún no lo has matado.

— Eso no sería posible, ese hombre murió por mi mano. ­—replicó Strafe, mientras exprimía lo poco que le quedaba de paciencia.

— ¡Aja!, has dicho que es un hombre, pero, él, no es un hombre. Te piensas que está muerto porque el golpe que le diste mataría a un hombre, pero él es un demonio.

— Bien…, te seguiré el juego. ¿Qué deberíamos hacer para matarlo?

— ¡Wou, wou, wou! —Exclamó, mientras se subía a la mesa sin ningún motivo—. ¿Crees que te diré cómo se mata a un demonio, por tu cara bonita?

— ¡Ya me estás tocando las bälle! Primero me sueltas una doch scheiße, y cuando por fin parece que vas a decirme algo útil, me dices que no quieres. ¡¿Y por qué te has subido a la verdammten mesa?!

— Uy, uy. Pero qué malos modales, no sé si me apetece ser tu compañero…. Bueno, quieres una prueba, pues observa…


Acto seguido, sacó un pequeño espejo del bolsillo de su abrigo, y se lo mostró a Strafe. Tenía forma ovalada, y el tamaño de una hoja de laurel, el marco era de madera barnizada, y el cristal era bastante más oscuro de lo normal, casi negro.


— Tú ya tendrás uno más a adelante, pero por ahora nos servirá este. ¡Vale chavalote, ¿estás preparado?! Mira al que sirve los cafés en la barra, parece un chico normal, ¿no?, pues ahora observa su reflejo a través del espejo.


Después de pensar porque aquel idiota lo había llamado “chavalote”, Strafe se puso a mirar por el espejo, y lo que vio, lo aterró. Aquel hombre delgado y de rostro amable que servía los cafés se había convertido en un ser rodeado de oscuridad y muerte, miles de rostros deformados y llenos de terror formaban su cuerpo. Parecía como si intentarán escapar del interior de aquel ser, como si estuvieran estampando sus caras contra un vidrio invisible con la forma de ese demonio. Pero, más que su cuerpo, le aterraron sus ojos. Sus ojos no podían pertenecer a este mundo, aquellos ojos parecían dos faros en una densa niebla, dos espeluznantes guardianes que solo permitían la entrada a los incautos y a los insensatos.


Strafe se estremeció, miró a Nivek en busca de respuestas, y este, viendo la incertidumbre de su compañero, le respondió:


— Cómo se derrota a un demonio, primera lección. —dijo Nivek con una sorprendente calma, incluso parecía como si estuviese disfrutando de aquella situación—. Lo primero es saber qué cantidad de poder tiene el demonio al que te vas a enfrentar, esto es muy fácil, si te entran ganas de mearte encima es que no estás preparado para cazar ese demonio. Si, por el contrario, solo te da un poco de asquito, felicidades, puedes derrotarlo fácilmente. Segundo paso, debes humillar al demonio y hacerle sentirse débil. Debes entender que el único poder real de los demonios es el miedo. Si no los temes no pueden hacerte nada, así que, para vencer a uno, simplemente irrítalo, haz algo que le moleste. Eso le obligará a intentar intimidarte, no te preocupes, pero si lo consigue, te quedarás encerrado para siempre en su interior, morirás a los pocos días, y tu alma será apresada hasta que alguien mate al demonio que la capturó. Pero, si no sucumbes al miedo, si lo vences, todas las almas atrapadas en el interior del demonio seguirán tu ejemplo y se liberarán de sus miedos. Bien, muy claro y sencillo, ahora deprisita que tengo más cosas que hacer.


— Está bien…, uf. ¿Me has dicho que primero tenía que enfadarlo?

— Sí, venga, no vallas tan lento —le contestó Nivek, haciendo señas con las manos para que Strafe se fuese de la mesa.


Strafe se acercó con cuidado sin dejar de mirar por el espejo a aquel ser de oscuridad. Cuando estuvo suficientemente cerca, cogió un café recién hecho que estaba en una mesa cercana, y se lo tiró a la cara. El hombre delgado de los cafés se enfureció al instante, se acercó a un palmo de distancia de Strafe, y se mostró tal y como era. Solo podía ver su verdadera forma Strafe, pues era a quien, el demonio, estaba tratando de intimidar. Strafe empezó a sentir algo de miedo al tenerlo tan cerca, pero algo le hizo cambiar su terror por ira. Dentro del demonio, Strafe reconoció uno de los rostros, era el de su amada hija, ella lo miraba fijamente, como si esperase que Strafe hiciese algo. Strafe miró a Nivek, por si este tenía algo que decir, y, se lo encontró haciendo equilibrios para colocarse una cucharilla en la nariz.


Strafe dejó a un lado su miedo, cogió otra taza, y la estampó en la cabeza del demonio, después se dio media vuelta y volvió a sentarse en su mesa. A su regreso Nivek lo miraba satisfecho haciendo un gesto de aprobación, nadie parecía haberse dado cuenta de lo que realmente había sucedido, todos se asustaron mucho cuando Strafe golpeó al hombre que servía los cafés, pero solo vieron como este último era golpeado y luego se desplomaba en el suelo. Otro dependiente intentó ayudar al hombre inconsciente, pero se sorprendió al notar que el cuerpo comenzaba a desvanecerse en una nube de niebla tremendamente fría.


Al ver como el cuerpo del camarero desaparecía ante sus ojos, todo el mundo comenzó a grabar el suceso. Mientras tanto, Strafe y Nivek terminaban de hablar.


— Siento lo de tu hija —le dijo Nivek a Strafe.

— Gracias.

— Bueno, ya has comprendido que lo que derrota a un demonio es hacerle ver su impotencia. Son seres sumamente orgullosos y si nadie les teme no tienen razón de ser. Pero, espera, lo mejor viene ahora. Antes te he dicho que si matabas un demonio liberarías las almas que tiene en su interior.

— Entonces, mi hija estaba atrapada y ahora…

— Efectivamente. —dijo mientras se quitaba la cuchara de la nariz y se la lanzaba a la cara a Strafe—. Otra cosa, si un alma recién liberada quiere hablar con un portador de espejo, podrá hacerlo mientras el cuerpo del demonio no se haya desintegrado por completo. Es decir, puedes hablar con tu hija durante aproximadamente 20 minutos.

— ¡En serio! ¡Oh, gracias Nivek!

— ¡Hey! No tan rápido vaquero —dijo mientras le quitaba el espejo que antes le había prestado—. Antes tráeme una magdalena de las que hay en el mostrador, pero que sea sin chocolate, que estoy a dieta.

— Es una broma, ¿no?

— ¡Jamás bromearía con una magdalena!, ya estás tardando.

— Está bien… —dijo Strafe con cara de pocos amigos, levantándose a por la magdalena mientras todos los de la cafetería lo miraban para ver si hacía alguna otra cosa extraña.


Nivek le dio el espejo y empezó a tomarse la magdalena, mientras, en el espejo, la figura de una pequeña damisela vestida de blanco empezó a formarse. Strafe y su hija hablaron durante el tiempo que les quedaba, solamente de cosas bonitas y alegres, se alegraban de poder despedirse mutuamente y esperaban volver a verse en el futuro. Al terminar, Strafe le dijo Nivek que le ayudaría a cazar a los demonios que atormentan a las personas de la Tierra, y que le estaba muy agradecido por mostrarle de nuevo a su hija. Nivek le dijo que se sentía halagado, pero, que Strafe estaba en deuda con él, y, que, para saldar la deuda, debía pagar él la cuenta siempre que comiesen juntos.


La vida dio vueltas y giros para estos dos, ambos se sentían orgullosos de su compañero, y juntos acabaron con muchos de los males que asolaban al mundo en esa época. Juntos, derrocaron a grandes líderes demoniacos, ayudaron a familias con oscuros pasados, purgaron casas embrujadas, exorcizaron a niños endemoniados, y resolvieron incontables misterios. Pero todas esas aventuras son parte de otra gran historia.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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