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Cuentos y relatos de un nuevo mundo
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Principios II
Un antiguo proverbio de la época de Zaksu Zepa reza así: “Si un hombre se rebela contra sus propios principios, no vencerá jamás; en cambio, sí permanece fiel, nunca será derrotado”.
La historia continúa con Pavl(*), un soldado raso que, utilizando la razón y no la violencia, consiguió salvar a su pelotón, evitando que cayeran en una trampa. Pero, tristemente, decidió ir a enseñarle una lección de humildad al general al mando, marcándole un tajo en el rostro.
Pavl, después de ser apresado, fue llevado a la corte real para que el propio emperador lo juzgase. Una vez en el palacio del emperador, fue obligado a ponerse de rodillas en lo que, se suponía, era la sala donde el emperador recibía sus visitas. La sala era amplia, con columnas de jade a los lados y un suelo de mármol que reflejaba la luz que entraba por las ventanas. En el centro había un gran trono hecho entero de metales preciosos y joyas, y al lado, había una silla de cuero desgastada por el uso.
Un hombre entró en la estancia, era alto, de cabellos oscuros y larga barba; y a pesar de su avanzada edad se movía ágilmente. Sobre su cabeza reposaba una corona de oro rosa, adornada con óvalos de madera oscura, en ellos había talladas escenas de la pasión de Cristo. Aunque ya nadie en ese tiempo conocía el significado de aquellas imágenes, se consideraban emblemas perpetuos e imperecederos de las sublimes artes.
Pavl suponía que aquel hombre era al que llamaban emperador; acertó, pero se equivocó al pensar que se sentaría en el lujoso trono del centro. Nada más entrar, el emperador se sentó en la vieja silla marrón, sin siquiera mirar al resplandeciente trono plateado.
Pavl estaba cansado, y sabiendo que, al ser acusado de traición dentro de poco lo matarían, decidió preguntarle al emperador por qué se sentaba en esa silla cuando a menos de dos pasos tenía una que se asemejaba más a su estatus social.
No hubo ninguna señal de respuesta en su rostro, el emperador no dejó entrever cuáles eran sus pensamientos, lo que hizo que el temor en la sala por aquel hombre aumentase. Sin embargo, pasados unos segundos, respondió lo siguiente:
— Ese es el trono que perteneció a mi padre —dijo seriamente—. Tardó 6 días(aprox 6 meses en tiempo prístino) en hacerse, y con lo que costó podría haberse alimentado a una familia de 10 hijos durante 12 meses(30 años aprox en tiempo prístino).
— ¿Y por qué no lo vende y regala el beneficio como compensación? —dijo Pavl.
— Prefiero que sirva como recordatorio, quiero que recuerden que un soberano malgastó aquí el dinero del pueblo. Si pagase la deuda de mi padre ya no la tendrían presente; las deudas pagadas se olvidan con frecuencia, más, las injusticias no remuneradas se graban a fuego en la mente.
— Pero, del mismo modo, también mandó hacer aquel en el cual se aposenta ahora mismo. —replicó Pavl.
— Tus conclusiones son erróneas, yo confeccioné y fabriqué mi asiento. Crie y di de comer al ganado, del cual, sus pieles curtidas, originaron el cuero de mi asiento. Yo mismo talé los árboles cuya madera me sirve ahora como apoyo. Y aprendí de los carpinteros del imperio, a hacer las mejores y más duraderas sillas. Pero vallamos a lo que nos concierne en este momento —continuó el emperador—. A usted se le acusa de desacato, traición, y de haber herido a un oficial de rango superior. ¿Es eso cierto?
— Todo es cierto, excepto la traición. Que no se me acuse de tal falta, pues nunca juré lealtad a nadie.
— Comprendo, ¿Y cuál crees que debería ser tu castigo por los otros dos crímenes?
— No considero que sea justo aplicarme ninguna clase de castigo, actúe siempre según mi conciencia; y los resultados que obtuve en el campo de batalla fueron mejores que los que se hubieran obtenido si yo no hubiese actuado. Sin embargo, sé que la disciplina y la obediencia son vitales dentro de la milicia. Si mi delito quedase impune, se incitaría a otros soldados a rebelarse contra sus superiores. Teniendo esto en cuenta, sugiero el castigo habitual en los casos de traición, es decir, mi propia ejecución. Pero, con la condición, de que mi familia será traída a la ciudad y nunca les faltará de nada.
— En verdad vales más que 100 de mis hombres más fuertes —le respondió el emperador, y, levantando la voz para que se oyera por todo el palacio dijo—. ¡He aquí un hombre que jamás ha considerado la opción de quitar una vida, y, sin embargo, es capaz de dar su vida por otros! No serás castigado por nadie, serás bendecido y recompensado.
Y volviéndose, se dirigió a un vasallo, y le dijo:
— Envía a un emisario a las tierras de este hombre, y que le dé la noticia a su familia, que de ahora en adelante vivirán en la corte real, y que no volverán a pasar hambre.
Pavl apenas pudo dar crédito a lo que estaba sucediendo, pensaba que debía de tratarse de un engaño o treta. El emperador volvió a posar su mirada sobre él y le dijo en tono amable:
— Pavl, hombre bueno y justo. Después de saber que quedas perdonado quiero hacerte una oferta. Sé mi consejero y capitán general de la guardia. He escudriñado en tu alma y mente, y no he hallado más que bondades, ayúdame a gobernar mi imperio y a extender las virtudes que tú y yo, sabemos, muy poca gente posee.
— Mi señor —le contestó Pavl—. No entiendo aún cuáles son sus intenciones, ni qué es lo que le ha llevado tomar esta decisión. Pero, se ha portado bien conmigo, ya no tendré que preocuparme de llevar pan a la mesa de mi casa, ni de que mis hijos se vean obligados a partir hacia la guerra, todo gracias a usted. Yo no seré menos cordial, así que, si usted lo desea, seré su más fiel militar y consejero.
Así, dos hombres fieles a sus principios, se hallaron por casualidad. De esta imperecedera y eterna amistad, surgió un potente vínculo, que logró dominar multitud de países por medio de la compasión y el aprecio de las vidas humanas.
Raclul dijo: “Que tus actos sean causa, no causados”.
También dijo: “Esta historia aún está por terminar”.
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Pavl: 1ª derivación: (Kant).
- Nombre que hace honor a un gran filósofo del mundo prístino.