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Escarceos

Página 1

30/8/2024

"Habéis logrado superar vuestro segundo encuentro", dijo el ente misterioso vestido de negro y morado. Este apareció tras la muerte del insecto que nos traicionó, surgió de la oscuridad después de que mi compañera y yo comprendiéramos un poco más uno acerca del otro. El ente de oscuridad y cabeza de halcón maldito se acercó a mi compañera y le pidió el tomo negro que mostraba los pecados recorridos. El de las alas del majestuoso murciélago sacó una esfera con delgados y largos pinchos, la puso sobre la palma de su mano, y la apretó con fuerza para dejar caer unas gotas de sangre sobre las hojas del tomo negro. Luego me entregó el tomo negro para que pudiera ver las nuevas oraciones formadas: "El gríllido, esclavizado y sentenciado a servir como eterno guía. Se cansó de su cometido y empleó su influencia para manipular los actos de niños inocentes. Ahora, su pecado desaparece gracias a los barrotes rotos de su cárcel."

Leí las nuevas palabras del tomo negro, y luego miré al misterioso ser. Quería saber si nos diría algo más, o si se marcharía como había hecho antes. Mi compañera aborrecía la presencia de aquel ser, ella conocía sus pecados, pero, esta vez no intentó golpearlo; solo lo miró con desprecio y se posicionó preparada para cualquier repentino ataque. El misterioso ser de oscuridad dijo: "Habéis aprendido que aquí no existe la bondad ni las nobles intenciones. Yo mismo tengo un sueño que deseo ver cumplido. Seguid avanzando hasta que completéis todos los selectos pecados de esta negra pena. Tirad el cadáver de vuestro anterior y reciente enemigo al vórtice de oscuridad absoluta, el peso de sus males os mostrará la siguiente parte de la senda". Mi compañera fue rápidamente a recoger los trozos del descuartizado insecto, ella parecía no querer seguir cerca de aquel ente misterioso. Mi bella compañera me los entregó en mano, y yo los lancé al interior de la oscuridad que antes me había atrapado. Esa misma oscuridad absoluta comenzó a regurgitar, y mientras esperábamos a que el vórtice tomase una nueva forma, el ente lleno de misterio se esfumó mezclándose de nuevo en la infinitud de fondo negro.

Mi compañera quiso llevar las hojas del tomo negro, me sonrió y yo se las di. Ahora confiaba en su criterio y discernimiento. Mientras la espesa oscuridad del vórtice comenzaba a reconstruirse como una gigantesca escultura de madera resquebrajada, ella mantuvo su cabeza sobre mi hombro.

La escultura se formó de la más poderosa oscuridad, una construcción de más de 20 pasos de alto, echa enteramente de madera. Su figura era la de un niño, la de un niño triste con una pluma roja apoyada a un lado de su cabeza de madera. En el vientre del niño había una gran criatura durmiente, una ballena de boca enorme y dientes monstruosos. Mi compañera se me adelantó, fue hacia la ballena y abrió su boca para mostrarme qué había en el interior del animal.

Un hombre, un hombre desnutrido, casi muerto, y tremendamente débil. Eso vimos mi compañera y yo cuando se nos mostró el interior de la ballena. El hombre estaba dormido, seguramente inconsciente por la debilidad de su cuerpo. Mi compañera sacó el cuerpo del hombre del interior de la ballena, pero dejó su cabeza dentro. Luego me miró a los ojos y entendí que es lo que quería que hiciera.

Con una simple mirada comprendí todo lo que ella quería comunicarme. Aquel hombre era uno de los pecadores que moraban en la pena negra, debíamos matarlo para acabar con su mal. Ella conocía sus pecados, por eso vi tristeza en su expresión. Mi compañera me preparó los instrumentos para degollar al débil hombre, pero no quiso mirar lo que yo debía hacer. Se alejó un poco, pero, mientras pasaba a mi lado, le sequé las lágrimas de sus ojos. Ella no se inmutó, siguió igual de triste, y debo dejar claro que no lo hice para que ella se sintiese mejor. Tan solo le limpié el rostro para que fuera más hermosa, lo hice por razones egoístas.

El cuerpo del hombre se extendía ante mí. Observé cómo reposaba sobre la lengua de la monstruosa ballena, y le corté la cabeza cerrando la gran boca del ser marino. La ballena, que hasta ahora había permanecido inmóvil, tragó la cabeza del débil hombre y comenzó a entonar sonidos retumbantes. Los ojos de la ballena comenzaron a secretar una sustancia negra, y luego se cerraron mientras la ballena se introducía en lo más profundo de la gran escultura del niño de madera.

Mi compañera se acercó, ahora que yo había matado a aquel hombre ya podía volver junto a mí para continuar con nuestro viaje. Ella empapó parte de las hojas del tomo negro con la sangre del cuello del desnutrido cadáver, y una nueva verdad fue revelada. Mi compañera, regalo de mi máximo ancestro, me prestó las hojas para que leyera su nuevo contenido: "El hombre que desobedeció al creador, que no predicó su palabra por pereza, y que luego la predicó únicamente por temer el castigo divino. Aquel tragado por los monstruos de las mareas, no fue perdonado por sus burdas oraciones. Pensó que ahora podría cumplir su predicación, pero el creador lo ridiculizó delante de todos los que lo escucharon. Lo que profetizó no se cumplió jamás, pues la clemencia del creador era más poderosa. Y el falso profeta fue sentenciado a muerte y desconsuelo en los calores del desierto. La raíz de estos males es el miedo, y como peor de los pecados, solo se ha visto absuelto al perder la cabeza aquel que lo poseía. Ahora, el tragado por una ballena, ya no pecará por temor."

29/8/2024

Ya conocía cuál era mi tarea, ya sabía cómo podía superar aquella negra pena. Desde ese momento, yo llevé la jaula del insecto, y mi compañera llevó las negras hojas donde se escribirían los mortales pecados.

El insecto nos indicó en qué dirección debíamos caminar ahora, y paseamos sin descanso hasta llegar a una nueva ubicación. Esta vez no vimos una luz a lo lejos, todo lo contrario, vimos una oscuridad aún más densa. Esta oscuridad total lo absorbía todo, ni siquiera el aire o el polvo podían resistirse a su atracción. La luz de la vela que portábamos fue engullida por el negro vórtice, y, conforme nos acercábamos, con menos claridad podía ver mi propio cuerpo. Llegamos al límite de la frontera con aquel punto de espesa oscuridad total, y miré al insecto para que me aconsejase. Él me dijo: "No se te creó con el afamado miedo para que dudases, tu camino sigue donde la oscuridad ahonda". Entendí sus palabras, me dispuse a entrar en aquella abrumadora esencia nigérrima, pero, algo me detuvo.

Mi compañera me miraba preocupada, me dio la sensación de que ella no quería que yo pasase por aquella oscuridad. No le hice caso, ella me había demostrado tener falta de conocimiento en varios aspectos, ya no me fiaba de su criterio. Me lancé al profundo abismo, y sentí un vacío en mi estómago. De pronto, sin comprender nada, me vi a mí mismo alejándome de mi propia nuca. Mi alrededor empequeñecía conforme pasaba el tiempo, mi vista era como lupas invertidas, mis sentidos embotados, y mi mente obstruida por una fuerte sensación de malestar. En esta agonía, perdido en el mal de males, oí la voz del insecto: "Necio, has olvidado que caminas en la pena negra. No encontrarás amigos ni consejeros aquí, solo entes que han pecado y desean seguir pecando.". Comprendí que había sido confiado, me había dejado llevar por un ser al que no conocía de nada. Había estado siguiendo las instrucciones de un ente pecador que residía en soledad por su mala mente. Tenía lo que me merecía. Un fracaso absoluto, otro intento fallido. No me rendí ante aquella oscuridad profunda, simplemente me dejó de importar mi finalidad como ser viviente. Se me arrebató toda gana de movimiento, y allí reposé en infinita pausa.

Sin embargo, pronto me enteré de que un ser luchaba a mi favor. Mi compañera, mi opuesta en todo, se había enfurecido como nunca y había abierto la jaula del insecto partiendo los finos barrotes con la fuerza de sus manos. Sin pensarlo ni un instante, agarró al insecto, y lo partió en dos para que jamás volviera a incordiarnos. Luego, sin miedo a quedar ella misma atrapada, se hundió en la misma oscuridad en la que yo había perecido, y me sacó tirando de mis extremidades.

Una vez fuera, mientras yo aún me reponía de las consecuencias de la traición del insecto, mi compañera se acercó con agilidad y me pegó una patada en la mandíbula. Apenas entendí por qué hizo eso, luego se preocupó por si me había hecho demasiado daño y me besó en la zona del golpe. Tras ese extraño acontecimiento, se fue enfadada alejándose de mí y del vórtice de oscuridad absoluta. Yo estaba muy confundido, entendí que el insecto era en realidad nuestro enemigo y que solo quería encerrarme en aquella prisión oscura, pero no lograba a comprender la actitud de mi compañera. Me acerqué a ella después de incorporarme; quería darle las gracias por ayudarme, y, sobre todo, pedirle disculpas por no hacer caso a sus advertencias.

Caminé hacia su espalda para poder entablar una conversación, quería pedirle perdón mirándole a los ojos. Su espalda era tan hermosa... Sus hombros pálidos, su pelo largo y lacio, sus músculos ligeramente definidos. No habíamos sido transportados con ropa a aquella negra pena, así que podía contemplar todas y cada una de sus bellas partes. Jamás me sentí en tal conmovedora calma, pensamientos contradictorios me recorrían la mente. Recordé lo que sentí cuando vi por primera vez sus ojos, yo estaba enamorado de ella. Había dejado a un lado esos sentimientos, pero seguían ahí, esperando el momento menos oportuno para manifestarse.

En cualquier caso, no pude continuar mi andar, me quedé paralizado. Sus sencillos actos, el simple hecho de que se echara el pelo hacia un lado, o de que se rascara una mejilla con la uña del pulgar, ese tipo de cosas eran las que no me permitieron moverme.

Ella se giró, y me sonrió con picardía, como si ya supiera lo que yo estaba experimentando. No hizo falta decir nada más, ella conocía mi sentimiento de culpa. Ella comprendió que yo ahora sabía que ella no se alarmaba sin razón, y eso fue suficiente, pues a ella solo le importaba mi bienestar. Desde entonces tuve mucho más cuidado con no menospreciarla, ella había demostrado que conocía cosas que a mí se me escapaban.

Por alguna extraña razón, antes de retomar la marcha, decidimos sentarnos uno junto al otro y respirar acompasados. Estuvimos así un buen rato, y cuando yo me incorporé para indicarle a ella que debía proseguir la marcha, algo insólito sucedió.

El mismo ser que había aparecido al principio, el ente misterioso vestido con alas negras y cabellos plateados, se nos mostró para darnos un nuevo mensaje.

28/8/2024

El pequeño insecto me miró mientras babeaba sangre en abundancia. No sentí temor, solo más curiosidad. Cogí la jaula en la que estaba el insecto, y mientras lo observaba, salí de la profunda cueva para reunirme con mi compañera. Ella no parecía querer acercarse al insecto, a mí eso me daba igual, solo quería no perderla de vista. No quería que mi compañera se perdiera en aquella inmensidad oscura e infinita, no porque me preocupase por ella, su felicidad no me importaba, era simplemente porque me parecía hermosa y no quería que en un futuro no pudiera contemplarla.

Entonces el insecto me habló de nuevo: "Has venido aquí, ¿Ya te has encontrado al que comenzó por G y acabó por iniciarse en una F? ¿El halcón oscuro os dijo que yo estaría aquí?". Asentí con la cabeza, de algún modo sabía que se refería al extraño ser que nos dijo que siguiéramos los soplidos. "Bien, entonces te contaré cuál es tu cometido", continuó explicando el insecto enjaulado. "Debes llevarme contigo en tu viaje, seré tu examinador en esta pena. Lo que debes lograr es extinguir los pecados que moran en esta oscuridad. Una vez logres eso, viajarás a la siguiente prueba, a la pena roja. Ya habéis comenzado con acierto, las dos mujeres a las que dejasteis morir en la casa en llamas eran pecadoras absolutas. Su pecado se encuentra registrado en el tomo negro, más tarde te llevaré hasta él."

Entendí esto que me decía el insecto, debía pasar por esas pruebas para cumplir mi objetivo. Estuve a punto de preguntarle algo, cuando mi compañera se interpuso y le dio un fuerte golpe a la jaula del insecto. Estaba distraído, y por eso la jaula salió volando unos cuantos pasos de distancia. En seguida me volví a mi compañera, no le dije nada, pero mi mirada pareció remover algo en el interior de la bella. Ella pudo ver mi ira, y corrió a abrazarme para disculparse. La aparté de inmediato, no comprendía muy bien por qué se preocupaba tanto del bienestar de los demás, pero su comportamiento me daba asco.

Fui a recoger al insecto, este no parecía molesto por lo sucedido, y me explicó: "Ella es parte de tu viaje, se te ha otorgado un fuerte sentimiento de atracción hacia ella para que nunca la abandones. Ella posee un gran conocimiento, puede ver los pecados de todos, y aborrece a aquellos con grandes males. Yo he cometido grandes males, he manipulado a niños para que cometieran atrocidades, eso es lo que ella odia de mí. Normalmente será comprensiva, como cuando vio a la mujer de la cabaña derretirse, pero, si los pecados son demasiado grandes, sentirá ira en lugar de piedad." En ese momento mi compañera se acercó de nuevo, lentamente intentó agarrar la jaula. Aparté ligeramente una mano, y posé mis ojos sobre ella. Ella me miró y sintió que no hacía lo correcto. Para disculparse volvió a abrazarme, esta vez no la aparté, no sé muy bien por qué; creo que fue porque me excitaba de algún modo tenerla cerca, definitivamente no fue porque esta vez me preocupara por sus sentimientos.

El grillo continuó explicándome: "Bien, para continuar con vuestra senda, debéis acercaros a la entrada de la cueva donde yo reposaba. Ahí, quedaos junto a los grandes rostros que soplan". Hice exactamente lo que me dijo el insecto, y cuando estuvimos al lado de las gordas caras que echaban aire, el insecto tomó aliento y comenzó a silbar. El silbido del insecto era molesto, era como una agonía que se repetía en cuentos y fábulas pensados para asustar a los niños, como una estúpida llamada al consuelo y la cordura, como un último y desesperado intento por conseguir que tus pecados no tuvieran culpa o consecuencias. Casi aplasto la jaula por la furia que me produjo ese silbido, pero, entonces, se detuvo. El insecto dejó de silbar, los enormes rostros de piedra se movieron para abrir un pequeño hueco. Me acerqué al hueco, y cogí un paquete envuelto que había en un pequeño altar de metal. No había nada más en la pequeña apertura, así que desempaqueté el objeto y observé de qué se trataba.

Unas hojas negras, hojas de papel muy finas. El insecto me dijo: "Este es el tomo negro, registros de pecados mortales sin cubierta ni portada para que siempre puedan ser expandidos. Acércame a la primera de las hojas, verás lo que ocurre..." Puse las hojas en el infinito suelo negro, y encima sostuve la jaula del insecto. El insecto comenzó a vomitar más sangre que nunca, y parte de esa sangre se congregó formando letras sobre las hojas negras. "Lee lo escrito", me dijo el insecto y yo obedecí. En la primera de las hojas, en una lengua que no supe identificar, pero, que pude milagrosamente leer, ponía lo siguiente: "Las dos damas, amigas como hermanas, pelearon por el amor de un hombre superior. La lujuria y la pasión hicieron presa de ellas, y ambas perdieron la vida y su mundo. Han sido liberadas de su pecado al retirar la luz tentadora de su vista". Tras leer esto, comprendí mejor lo sucedido. Poco a poco, me iba acostumbrando a la naturaleza de aquel lugar, lentamente acabaría consiguiendo cumplir mi tarea.

27/8/2024

Mi compañera y yo continuamos caminando por la oscuridad, habíamos dejado atrás la casa con las dos mujeres que en ese momento deberían estar derritiéndose. La luz del cirio robado nos alumbraba, al menos podíamos ver los próximos dos pasos que daríamos en ese vasto abismo.

En un momento dado, un fuerte sonido se escuchó en aquella soledad, algo entre un grito y un desgarro. Mi compañera y yo volvimos la vista a atrás, y a lo lejos vimos la casa de la que veníamos, pero ahora estaba en llamas. Mi compañera intentó ir corriendo a la casa, supongo que para ayudar a las dos mujeres que estarían en el interior. Yo la cogí del brazo y le impedí que hiciera tal acto. Mientras forcejeábamos, un ser apareció de la nada. Este nuevo ente puso una mano sobre mi compañera y sobre mí, y nos dijo que debíamos calmarnos. Luego miró a mi compañera y dijo: "Tranquila, no existe el sufrimiento externo en esta pena", dijo el nuevo ser. El ser se vestía entero de negro y un oscuro morado, tenía una larga capa y alas de murciélago, y su cabeza era la de un halcón de metal. Su rostro era hermoso, y poseía largos cabellos plateados, no parecía un ser peligroso o cruel. El ser continuó hablando: "En esta pena debéis ayudar a algunos de los perdidos. Vuestra tarea es encontrar a aquellos que murieron en el más absoluto pecado. Usaréis vuestras capacidades para acabar con su agonía." En ese momento, como si mi compañera no pudiera contenerse más, se lanzó a por el extraño ser y le dio un golpe en el hermoso rostro. El ser apenas se inmutó, dejó a mi compañera desahogarse, y luego, cuando ella ya no quiso seguir golpeándolo, me dijo a mí: "Ella es opuesta a ti en todos los sentidos internos. Tú conoces muy poco, ella lo conoce casi todo. Tú sientes curiosidad por la mayoría de cosas, ella se aburre. Tú no eres capaz de sentir empatía, ella no piensa en otra cosa que no sea en cómo se sienten los demás". Quise preguntarle algo, quería saber por qué mi compañera parecía tan enfadada con él, pero las palabras no se me formaron en la boca. El ser, sin embargo, me contestó a esta misma duda sin yo decir nada: "Tu compañera no fue víctima de ninguno de mis pecados, pero conoce cuáles fueron mis males. La forma en la que ejecuté mis acciones en vida puede enfurecer hasta a los santos". Tras decir esto, el ser comenzó a caminar alejándose en el vacío oscuro, y aunque caminé detrás de él, se movía demasiado rápido como para evitar que se perdiera en la nigérrima distancia. Antes de irse, dijo unas últimas palabras: "Si queréis avanzar a la siguiente pena, debéis recorrer esta ayudando a los máximos pecadores. Caminad en la dirección de los soplidos, así os encontraréis con vuestra siguiente ayuda y orientación".

El oscuro ser desapareció, y nos volvimos a quedar solos mi compañera y yo. Ella parecía alterada por la visita de este misterioso ser, no se me ocurre qué clase de males pudo haber hecho aquel ser como para llegar a enfadar tanto a mi compañera. A partir de ese momento, fuimos en dirección de los soplidos. Mi compañera y yo nos fijamos en la dirección en la que la flama del cirio se inclinaba, y con eso dedujimos el rumbo que debíamos tomar. No tardamos mucho en encontrar nuestro siguiente descubrimiento, una gran cueva de piedra. En esta piedra había rostros enormes de personas obesas, todos los rostros estaban soplando en la misma dirección, parecían ser los responsables de la inclinación del fuego que nos había guiado hasta allí. Entramos en la cueva, no hubo diferencia entre la oscuridad de esta última y la que había en el exterior. Después de caminar un poco, llegamos al final de la cueva. En la última cavidad de la misma, había un pequeño altar con una jaula de madera y oro. Mi compañera volvió a enfadarse, parecía no querer saber nada de lo que hubiera dentro de la jaula, decidió dar media vuelta y salirse de la cueva. Yo tenía curiosidad, y ya me estaba cansando de que mi compañera siempre hiciera lo que le diera la gana, así que no la seguí a fuera y me acerqué a la jaula.

En la jaula, encerrado con furia y agonía, había un pequeño insecto de color verdusco. El verde de su cuerpo era oscuro y brillaba en ocasiones, tenía grandes ojos y un rostro plano. "¿Un nuevo intento de libertad?", preguntó el insecto cuando me acerqué a la jaula. Observe con más detenimiento al pequeño parlante: Tenía patas espinadas, su cuello era inexistente, su cabeza se conectaba directamente con su cuerpo. Tenía dos antenas sobre la diminuta cabeza, vestía con un traje largo de pingüino, y calzaba pequeños y delicados zapatos dorados. Todo esto se veía eclipsado por un extraño comportamiento del insecto. Constantemente, sin posible explicación o causa, de la boca del insecto no paraba de brotar sangre.

26/8/2024

Tras adentrarme en la oscuridad ignota, sin hablar con mi nueva compañera, me fijé en ella. El regalo del tatarabuelo era hermoso, me atraía de una forma extraña.

Ella se parecía a mí, físicamente éramos casi idénticos, aunque parecía poseer los rasgos típicos las deidades de sexo femenino. Su cabello era largo, su piel blanca, sus ojos negros. Caminaba a mi lado, sin decir nada, mirando siempre al frente. Aunque externamente fuéramos parecidos, algo me decía que en el fondo éramos muy diferentes. Gustos, modos, sentimientos, motivaciones, creo que somos totalmente opuestos en todo eso.

No decía nada, yo tampoco lo dije. No había nada de lo que hablar por ahora.

Uno al lado del otro, fuimos caminando por una espesa infinitud negra. A lo lejos, los dos vimos una pequeña mota brillante. Ambos nos miramos a los ojos, sentí entonces una fuerte conexión, en esa única mirada me enamoré de aquella dama. Ahora no era el momento de promover ese tipo de conexión, apenas la conocía, pero preservé esos sentimientos para explorarlos más tarde. Los dos nos acercamos al pequeño punto luminoso, y contemplamos la escena.

La luz provenía del interior de una caseta de madera, una vieja y podrida. Mi compañera abrió la puerta sin preocuparse por dejarme atrás, y ambos pasamos al interior de la hacienda. Dentro de la vieja casa no había muebles, solo dos mujeres, con más años que dedos y dientes. Estas dos se miraban como hipnotizadas, y, entre ellas, un pequeño cirio alumbraba la estancia. Pasé detrás de mi nueva compañera, y rodeamos a las dos mujeres para observarlas mejor. Sus ropajes eran simples túnicas viejas, de estas que irritan la piel, y sus cabellos eran sucios y oscuros. Las dos parecían hermanas, no sabría decir cómo sabía eso, pero sus rostros eran parecidos. Me acerqué a una de ellas, y, mientras, mi compañera dejó de prestarles atención y se puso a mirar por la ventana. En mi interior había curiosidad, ella parecía no poseer ninguna.

Cuando me acerqué a una de las mujeres, la otra, a la que había dado la espalda, se acercó al derretido cirio y lo cogió con la mano. En cuanto esto ocurrió, la mujer que no estaba tocando la fuente de luz empezó a derretirse y a colarse entre los tablones del suelo. Me aparté lentamente, no me vi sobresaltado por este suceso, así que solo quería seguir viendo qué ocurría en esa habitación. Observé que mi compañera se giró rápidamente y fue a ayudar a la mujer que se derretía. Mi compañera abrazó sus pocas partes sólidas, y empezó a llorar por el sufrimiento que le causaba ver morir a alguien de ese modo. Me sorprendió este aspecto de mi compañera. Yo no sentía nada por aquellas dos sucias mujeres, pero ella se desvivía por su bienestar.

Sin demasiada prisa, agarré la vela que una de las dos mujeres había cogido, y la puse de nuevo entre ambas. De pronto, la mujer que se derretía se formó otro vez en su antiguo cuerpo. Todo quedó como cuando habíamos entrado, en la misma quietud. Mi compañera me miró agradecida y me abrazó con fuerza. No me sentí bien por esto, su preocupación generosa y altruista me pareció desagradable.

Mi compañera volvió a la ventana y siguió mirando por ella. Yo fui con ella y le toqué un brazo, ella no dijo ni hizo nada. Le apreté con más fuerza, pero no hubo respuesta. Le tiré de un cabello y tampoco se quejó. Entonces le metí un dedo en el ojo y otro entre los labios, pero nada de eso pareció importarle. Sabiendo cómo se comportaba cuando otros sufrían algún tipo de suceso negativo, la agarré y la saqué fuera de la casa con cuidado. Entonces fui de nuevo dentro de la sucia cabaña, y me preparé para investigar más sobre el cirio y las dos mujeres hipnotizadas.

Agarré la vela del centro y nada sucedió. Decidí apagarla para ver qué ocurría; no lo conseguí. Ni soplando, ni aplastando la llama con mis dedos, conseguí que el fuego se extinguiera. Puse entonces mi mano tras la vela, y privé de su luz aparte de la habitación. Continúe tapando un poco más el cirio, y observé cómo las mujeres se empezaban a derretir cuando la luz no les daba directamente. Sonreí, me divertía tener ese poder en la palma de la mano. Miré un instante por la ventana, quería confirmar que mi compañera no estuviera mirando, y en ese momento me di cuenta de algo. Recordé la oscuridad que nos rodeaba, recordé que esa vela era la única luz que habíamos encontrado. Pensé que lo mejor era llevarse esa fuente de luz, aunque eso supusiera que esas dos mujeres se derritieran hasta dejar de existir.

Salí de la casa con la vela en la mano, me acerqué a mi compañera, que se había movido unos pasos de donde yo la había dejado. Le puse una mano en la espalda para indicar que debíamos seguir avanzando, pero ella no quiso moverse. Me sorprendió su repentina dureza, y la miré para ver qué le ocurría. Ella estaba sollozando de forma tímida, la miré a los ojos y le alcé la barbilla con algo de curiosidad, luego posé mi mirada sobre el cirio que llevaba en la mano y entendí cuál era su mal. Ella sufría porque sabía lo que yo había hecho, pudo entender lo que significaba que yo tuviera esa fuente de luz en la mano, pero no me reprochó nada.

Le forcé a seguir caminando, debíamos continuar nuestro viaje. Si no conseguía superar mis pruebas y penas, yo solo sería otro intento fallido; no podía permitir eso. Ella no se quejó y no se opuso, siguió caminando a mi lado, y después de un buen rato, dejó de derramar pequeñas y finas lágrimas.

Entonces, la casa de madera ardió en llamas y se derritió en la lejanía.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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