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Escarceos

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25/8/2024

Tras la primera creación del cosmos, cuando los eternos ciclos aún no se habían instaurado, los hijos del Tercer Demiurgo no eran libres. Ásag, las dos almas primigenias, y los tres Demiurgos eran libres. A partir de ahí, los hijos de los Demiurgos perdieron la libertad de escoger sus actos. La libertad era algo tan hermoso, que solo aquellos con cierto remanente de la perfección de Ásag podían poseerla. Los hijos del Tercer Demiurgo usaron su poder para intentar crear una nueva raza de seres libres. El primer intento fue libre, pero terminó en agonía. Del segundo intento nacieron los ángeles, que eran libres al comienzo de sus vidas y luego se tornaban en seres predeterminados. En el tercer intento nacieron los colosos, libres, pero demasiado poderosos como para permitirles vivir. Finalmente, en el cuarto intento, tras la creación artificial del Cuarto Demiurgo, nació el primer ser humano.

El Cuarto Demiurgo fue desterrado después, pero, antes se puso a prueba al nuevo ser, al libre humano. Fevno, hijo del Tercer Demiurgo y dios de los caminos y senderos, se encargó de establecer cinco penas por las que el primer humano debía pasar. Si completaba con éxito las pruebas, habría probado que era libre. Sin embargo, antes de que las pruebas comenzasen, Sekola, diosa del amor, la sexualidad, y la fertilidad, se burló del humano por no ser tan poderoso como los dioses hijos del Tercer Demiurgo. El humano guardaría ese rencor en su interior, y completaría las penas para completar su venganza.

El viaje del humano comienza en la pena negra, el estado del alma donde la mala soledad prima, donde un niño y un anciano se miran en la infinitud del espacio. Esta es una de las cinco penas, uno de los cinco estados del alma, uno de los cinco caminos que el humano debía superar para demostrar que no era otro intento fallido.

Mientras todos los dioses y criaturas, creaciones del Tercer Demiurgo, observaban el avance del primer humano como si se tratase de un mero espectáculo teatral, el primer humano se adentró en aquellos caminos que el destino le había reservado.

El humano, tras adentrarse y dejar atrás todo lo demás, se encontró a sí mismo en una oscuridad absoluta. Desde ese momento, comenzó a narrarse esta historia en primera persona.

Acababa de dejar a los dioses, y lo primero que sentí al adentrarme en la pena negra fue un escalofrío. Sentí una calma tras todo mi nerviosismo, y luego cierto placer, como si algo brotase de mí liberándose. Vi aparecer ante mí un ser nuevo, del suelo negro creció una mujer parecida a mí. Luego, una luz enorme me habló cegándome. Me dijo, sin hablar, que esa era mi pareja de por vida, que éramos opuestos en todo, y que debíamos permanecer siempre justos. Le pregunté a la luz quién era y por qué me hacía semejante regalo. La luz me contestó: "Mis creaciones se desvirtúan poco a poco, te entrego a tu opuesta para que tu raza prevalezca"

Acepté el regalo, pues supuse que debía ser obra de la bondad de mi tatarabuelo. Examiné a la bella dama salida de la nada, ella me devolvió la mirada. Sin decirnos nada, los dos sabíamos cuál era nuestro cometido, y nos adentramos en la oscuridad juntos.

24/8/2024

Un año tras la muerte del cristo, 34 fue el número escogido, se decidió dotar de conocimiento y probable verdad a parte de este mundo. Los escritos eran falsos y llenos de incertidumbre, pero sus secretos escondidos fueron objeto de búsqueda y fanatismo durante milenios. 5 son los tomos, 5, uno por cada estado del alma. El alma, tras dejar el cuerpo, viaja a uno de cinco destinos. Comienzan esos escritos, tras 34 prácticas diarias, relatos nuevos surgirán para dar a conocer lo que espera tras la muerte. Negro para la peor de las eternidades, la soledad autodestructiva y evasora de culpas. Rojo para los pecados menores, la ira, la furia, el odio, y la guerra. Amarillo para ausencia de sangre, para aquellos neutrales que desperdiciaron su potencial. Azul para los santos engañados, el lugar de aquellos que buscan egoístamente la felicidad. Blanco para la paz; la buena soledad que me permite descansar en el amor.

Cada color asociado a un tomo, cada tomo fruto de mi demencia, cada demente acto fruto de la verdad que poseo. Leer no te hará comprender todo, pero esto tampoco lo conseguirá ninguna otra materia. Aprovecha tu tiempo, y deja de perder tu vida en lecturas como esta. Deja esta página, este párrafo, esta frase, déjalos todos a la mitad. Oponte a esa curiosidad que sientes, sé más fuerte que ella, y olvídate de esas cosas que tienen efecto en ti. Deja de permitir que el mundo externo te manipule y controle, contrólalos tú a ellos. Sé tú el efecto de otros objetos. Que tus actos sean causa, no causados.

Prólogo de los Escarceos por Netón Forseti: Fin.

23/8/2024

En un país bordeado por ricos mares y atravesado por sederos repletos de buenos alimentos, se estaba celebrando un funeral. La mayor de siete hermanas había muerto de una enfermedad de la que nadie podía explicar nada. Las hermanas de la fallecida estaban preocupadas, pues conocían un secreto familiar que afectaba directamente a la muerte de su hermana mayor. Su familia le rendía ahora homenaje, pero, el marido de la joven difunta, el que la amaba más que a su propia vida, no apareció. Este último estaba en la casa que antes compartía con su esposa, recordaba los momentos de su vida con ella, y lloraba en silencio su perdida.

Se hizo de noche, comenzó a llover, y el hombre salió al patio trasero para observar las resplandecientes estrellas. A su difunta esposa le agradaba pasar tiempo con él en ese patio, sentados en un banco de piedra, con pequeños faroles a ambos lados para no quedarse a oscuras. Ella, reclinada sobre él, le relataba los sucesos ocurridos en su día. La contaba los problemas que había tenido en su trabajo, y cómo los había solucionado. Le decía que la vida de ayudante en la iglesia era dura, pero que cada día era bien pagada, pues siempre conseguía hacer sonreír a alguna pobre persona. El marido no era de aquellos que comprendían fácilmente la piedad y la compasión, constantemente se asombraba de todos los actos gratuitos de bondad que su joven mujer realizaba. Y en su interior esto le molestaba. Ya no sabía si ella se casó con él porque era una buena persona y no quería hacerle sufrir, o si de verdad lo amaba y lo había escogido libremente como esposo.

Mientras esos pensamientos infectaban con violencia y descontrol su mente, una figura encapuchada pasó por delante del patio donde el hombre estaba sentado. Un camino se hallaba tras el muro que delimitaba la propiedad del viudo, era natural ver viajeros y caminantes; aun así, esa figura misteriosa le llamó la atención al hombre. Se levantó y dijo: "¿Quién eres? ¿Qué haces?", fingió algo de ira para justificar aquellas preguntas, pero, en realidad solo quería saber qué rostro había tras aquella capucha. La figura encapuchada se detuvo en seco, y contestó sin mostrar su rostro: "¿Qué pregunta es esa? Camino por un sendero público, no debo justificarme de ningún modo". El hombre viudo, que aún quería saber quién era la persona misteriosa, contestó una mentira: "Se han oído rumores de bandidos y delincuentes, no deseo que nadie a quien no conozca camine cerca de mi casa. Muéstrate y dime quién eres." La figura misteriosa se acercó al muro del patio trasero para mirar directamente al hombre, y después se levantó la capucha. El hombre no dio crédito a lo que vio a continuación.

Ante el viudo desprovisto de dicha, se hallaba ahora el rostro de su difunta mujer. Era hermoso, pero estaba desnutrido, muy pálido y estrecho, como si estuviera a un paso de convertirse en un títere de huesos y cartílagos. El hombre no supo qué decir, así que la mujer habló primero: "¿No has hablado con mis seis hermanas? ¿No te dijeron que esto me sucedería después de muerta?". El hombre no comprendía nada, era su mujer a la que estaba viendo y oyendo, ni el sonido de la lluvia ni la oscuridad de la noche podían ahora confundirle, pero, lo único que pudo concluir, era que se encontraba en una simple y cruel pesadilla. La mujer le habló de nuevo: "¿No hablarás? ¿No me dirás nada?". Entonces, el hombre dijo: "¿Qué sombras de misterio son estas? ¿Cómo puede Dios torturarme de este modo? Márchate antes de que esta molestia me enfurezca, si despierto iracundo haré daño a alguien que sin duda te importa", blasfemó el hombre, increpando a Dios por esta vil ilusión.

La mujer entendió que su marido no conocía la verdadera naturaleza de su muerte, y se marchó para no molestarlo más. Se fue llorando en silencio, esa era la naturaleza de aquellos entregados a los demás, el débil sollozo inmemorable.

Las hermanas de la difunta fueron, la mañana siguiente, a visitar al viudo. Le dieron el pésame, y le contaron, en un momento de calma, la verdadera esencia de su hermana. El marido quedó tan impactado por la verdad revelada, que, inmediatamente, fue corriendo hasta la iglesia donde su esposa trabajaba. Allí esperaba encontrarse de nuevo con su mujer. Pidió disculpas a Dios por sus malos pensamientos, y rezó por el camino para que aún no fuera tarde.

El hombre llegó hasta la iglesia, se acercó al altar principal, pero allí no encontró a su esposa. Sin embargo, vio la misma vestimenta que llevaba su mujer la noche pasada, sus ropajes estaban colgados en un viejo perchero cerca de la estancia que el cura usaba para cambiarse antes de una ceremonia. El hombre entró en esa misma sala, y allí contempló a su esposa de nuevo.

La esposa tenía un aspecto débil y cadavérico, estaba llena de vendajes, y sus cabellos se caían a cachos. Ella estaba sentada sobre una larga camilla de cuero marrón, y, tendiéndole la mano, estaba el cura de la iglesia. Ella parecía triste, pero el cura sonreía para intentar consolarla.

El viudo se acercó y dijo: "¿Eres tú la mujer a la que amo?". La mujer no contestó, y siguió llorando en silencio pesaroso. El cura se incorporó y se llevó al marido a otra estancia, entonces le dijo: "Ella ya no tiene más tiempo, se marchará dentro de poco. ¿Conoces su mal?". El marido le respondió: "Conozco cuál es su destino, he venido a despedirme". El cura llevó de nuevo al marido junto con su difunta esposa, y los dejó a solas.

"Lo siento", dijo la esposa difunta. "No lo lamentes, yo estoy orgulloso de ti". "¿Mis hermanas ya te lo han contado?", preguntó la mujer. "Sí", contestó el hombre.

Ambos se besaron por última vez, y se cumplió una parte más de lo que debía acontecer. El hombre de los ojos naranjas se aseguró de que se cumpliera la maldición de la esposa difunta, y la acompañó hasta su siguiente tarea en el mundo de los minores.

"Esta es mi maldición, mi petición de la ajena redención", dijo la mujer difunta tras dejar atrás este mundo:


La niña blanca, mayor de siete.
Reina santa, de mala suerte.

El mundo consolarás en vida,
pobres guiarás de muerte herida.
Halla el amor en tu tierra,
calla el ardor de tu promesa.
El mundo salvarás con tu partida.
Pobres criaturas, serás su acogida.
Para despedirte alzarás de la tierra.
Cara estirpe, testigos de la promesa.

La niña blanca, muerte joven se te promete.
Reina santa, ojos naranjas vendrán a verte.

22/8/2024

Dos ejércitos estaban a punto de colisionar en un devastador combate. Dos fuerzas extremas, tan incompatibles que jamás podrían juntarse. El cielo besaría el mar antes de que estas dos milicias pudieran hacer las paces y afrontar sus diferencias de forma pacífica.

Cada ejército estaba comandado por un general respetado y temido, pero solo en uno de los ejércitos había alguien de la realeza. En uno de los ejércitos se hallaba un joven soldado que había sido mandado por su padre, el rey de esas tierras, para que aprendiera sobre la estrategia bélica.

Los dos ejércitos se encontraban uno frente a otro, con un grueso lago entre ambos. De costa a costa, el humo de las hogueras de sus campamentos se mezclaba y movía como bailarín y bailarina enamorados. Ambos ejércitos deseaban entrar en ferviente combate, en dulce batalla, en milagrosa muerte y masacre. Sin embargo, el joven hijo de reyes no veía con buenos ojos lo que iba a suceder. A continuación, todo sucedió como el corazón de esos hombres deseaba. Ambos generales enviaron emisarios con el fin de acordar un punto de encuentro para el combate. Tras el cruce de mensajes y palabras escritas, el lugar acordado fue un ancho puente de madera que se había construido a unos cuantos cientos de pasos hacia el este del mismo lago. Ambos ejércitos caminaban paralelos, profiriendo gritos y lanzando algunas tímidas flechas, pero sin poder llegar a combatir por el agua que los separaba.

Cuando al fin llegaron al puente, ambos ejércitos entraron en marcha de embestida. Pero, justo antes del choque de titanes, un evento de la naturaleza detuvo a todos los hombres. Un espíritu del bosque, o una deidad según algunas opiniones, se levantó y mostró para advertir a todos los soldados. "No derraméis sangre aquí, imprudentes", se oyeron retumbar esas palabras en el aire, "Si una gota rojiza callera al lago, todos seríais presa de muerte y escarmiento eterno". Los soldados no eran muy supersticiosos, pero, los generales de ambos ejércitos estaban advertidos de los sucesos extraños que se producían en los bosques cercanos a aquel lago. Siendo así, que ambos generales decidieron posponer la batalla hasta verificar que aquella amenaza no fuera cierta. Ambos ejércitos acamparon y descansaron, y, mientras tanto, los generales hicieron pruebas sobre el agua del lago. Vertieron grandes cantidades de sangre de venado y otros animales, y el lago no mostró señal alguna, entonces pensaron que el espíritu del bosque les había mentido para que no combatieran. El joven hijo de reyes intentó hacer entrar en razón al general de su bando, le dijo que debía ser precavido, que, según los pescadores de la zona, esas aguas no eran comunes. El general no le hizo caso, y mandó un emisario al bando contrario para que la batalla comenzase con la primera luz del sol siguiente.

Así todo fue dispuesto, la noche pasó rápida, y cuando el sol estuvo a punto de salir, los dos ejércitos ya estaban preparados. Como una bestia mostrando sus colmillos, o como una serpiente tomando impulso para saltar a morder, aquellos hombres esperaban el primer rayo de luz para abalanzarse unos contra otros.

Entonces el hijo del rey rompió filas. Se adelantó lentamente hacia el ejército enemigo para intentar impedir la sangría sobre el lago, pero los del otro bando lo interpretaron mal y le lanzaron una flecha que acabó hiriéndole en una pierna. El joven entendió que no podía acercarse más, aunque sus intenciones eran buenas, sus enemigos no iban a permitir ningún tipo de movimiento antes de la hora acordada. El joven, para evitar que lo confundieran con una posible amenaza, empezó a quitarse todas sus prendas. Intentó avanzar habiéndose quitado su armadura, pero otra flecha le cayó atravesándole la ingle. El joven gritó de dolor, y empezó a quitarse sus prendas comunes. Probó a acercarse, y otra flecha voló y le perforó parte de la mandíbula. Entonces se desnudó por completo. Sus heridas no paraban de sangrar, sus propios compañeros se reían de él por tan patética actuación, y, mientras, el otro ejército se preparaba para soltar nuevas flechas sobre el joven. Pero, a pesar de todo, el joven hijo de reyes siguió caminando para intentar que el combate sobre el lago no se produjera. Más flechas cayeron sobre él, hiriéndole más y más, y el joven no paraba de gritar que no era una amenaza, que solo quería dialogar. Pero, aun esforzándose mucho, no logró nada; todos los soldados parecían haberse puesto de acuerdo en practicar puntería con aquel pobre joven. Todos parecían haber tomado al chico por un mero juego de tiro, como si el que lo matase fuera a obtener más puntuación que el resto. Se reían y burlaban del joven, incluso llegaron a sacar algo de bebida mientras esperaban a que alguien acabase con la vida del desnudo que sangraba sobre el puente del lago.

Y el lago contestó. Una pequeña gota de sangre se escurrió entre las maderas del puente. La sangre del joven moribundo llegó y se introdujo en las claras y profundas aguas del lago. Sonó un trueno muy cercano, pero provenía de las entrañas de la tierra, y una gran masa de agua se hundió mientras algo se asomaba entre una grieta producida en el lecho del lago. Un coloso azul y negro, con una mascará de piedra negra y motas brillantes, se puso de pie tras emerger del lago. El coloso era más alto que varios de los más grandes árboles de la zona, y su aliento era frío como el hielo. Entonó un sonido, como un carraspeo ligero mezclado con una nota grave de un tarareo, y todos los hombres que había sobre el lago murieron en el acto. Ambos ejércitos se desplomaron en un instante, cayeron como muñecos de trapo, y entonces se cumplió lo predicho.

Los hombres que se rieron del joven conocieron el sufrimiento en una vida posterior a su muerte, pero, el hijo de reyes fue víctima del pacto que ataba a esas aguas. El joven desnudo vio nacer marcas en su piel, una por cada debilidad de los hombres que habían muerto, y el espíritu del bosque sanó su cuerpo para que pudiera realizar su nueva tarea.

Desde entonces, el joven hijo de reyes guarda esos bosques y camina por las costas de ese lago. En esa zona se prohíben los derramamientos de sangre. Si alguno se produjera, el joven desnudo entregaría como alimento para el lago al responsable de aquella sangre.

21/8/2024

En un pasado diferente, una mujer, madre de tres hijos, buena y fiel esposa, subía cuesta arriba un sendero montañoso con una mochila a su espalda.

Los montes por los que caminaba eran nevados, sembrados en frío, pues, respiraban fuertes ventiscas que impedían la no congelación de las pupilas. La mujer llevaba en su mochila de cuero una gran cantidad de miel sin refinar, la había extraído de las faldas de la montaña, donde un grupo de peligrosas abejas rojizas habitaba. Aún se desconocía la existencia del azúcar, así que la miel era lo que más les gustaba a los hijos de esta mujer, por eso, por el cumpleaños del más pequeño de ellos, la madre realizaba este gran viaje para traerles el dulce néctar dorado.

Durante el acenso, la mujer empleó como motivación la visión de su hogar templado, y el sentir de los fuertes abrazos de sus hijos al llegar. En su duro caminar, se encontró con algo. Con una bestia descomunal. Una de naturaleza colérica y peligrosa.

La mujer intentó evitar el lugar donde la bestia estaba en quietud, pero el fiero ser poseía unos agudos sentidos. La bestia saltó en frente de la mujer. Esta bestia era entera de un espeso pelaje muy rojo, tenía forma y cuerpo de humano, pero en su mirada se podía intuir una clara falta de empatía y una auténtica necesidad por matar cualquier cosa que tuviera cercana. La mujer se preparó para defenderse, pero la bestia era demasiado veloz, y de un fuerte golpe la mandó volando a unos cuantos pasos de distancia. La mujer examinó sus heridas tras el golpe, y comprobó que ninguna era mortal. La buena madre, y esposa, supo que debía huir de ahí cuanto antes, pues si no acabaría muriendo.

La madre era ágil y conocía los senderos de la montaña, se ocultó unos instantes entre rocas y nieve, y comprobó como la bestia se alejaba sin apenas esforzarse en buscarla. La madre conocía el punto débil de la bestia roja, y es que era completamente sorda. Aprovechó esta debilidad para alejarse con cuidado, y retomar así la marcha hacia su hogar.

Cuando ya estaba en marcha de nuevo, miró hacia atrás para recordar el lugar exacto donde estaba la temible bestia. Hizo esto para luego decirle a su marido que fuera a cazarla, ya que este se dedicaba a cazar a estas bestias y vender a los viajeros excelentes abrigos hechos con sus pieles. Pero, al mirar hacia atrás, vio cómo un grupo de senderistas se aproximaba hacia el lugar donde estaba la bestia. La mujer dudó unos instantes sobre qué debía hacer, pero, finalmente decidió dejar la miel en el suelo y volver para ayudar a los que caminaban por las alturas de la montaña.

Llegó y ya era demasiado tarde, los senderistas se habían adentrado en el claro donde habitaba la bestia roja, y muchos yacían descuartizados manchando la blanca nieve. La mujer no se dio por vencida, y se quedó para proteger a los que aún seguían con vida. Tras una ardua batalla en la que cada miembro dio el máximo de sí mismo, los senderistas consiguieron ahuyentar a la gran bestia con la ayuda de la experiencia de la mujer que portaba la miel. Sin embargo, la mujer se había esforzado tanto que apenas podía moverse. Sus heridas ahora eran mucho mayores, y se desangraba rápidamente.

La mujer les pidió a los senderistas que fueran hacia su hogar y entregaran la miel que había dejado a mitad de camino. Les dijo que comunicarán a su familia lo feliz que había sido en vida, y lo orgullosa que estaba de todos sus hijos. Los senderistas obedecieron, al menos le debían eso a aquella moribunda mujer, aquella que se había sacrificado para salvar a unos pocos de los suyos.

Los senderistas llegaron a la casa de la mujer, les recibió un niño pequeño que esperaba ansioso la llegada de su madre. Los senderistas comunicaron la mala noticia a la familia. El marido, que se encontraba en cama por una grave enfermedad pasajera, se enfadó mucho y sacó a todos los senderistas de la casa. El marido increpó a todos por su falta de fe y esperanza, y también por haber dejado a su mujer muriéndose en la nieve; y luego mandó a su hijo mayor a ir en busca de su madre. El hijo aceptó el encargo, pues en su familia destacaba la fuerte disciplina.

Tras unos días de largo caminar, el hijo obediente encontró a su madre. Seguía con vida, pero varios de sus miembros debían ser amputados. El hijo colgó a su madre con unas cuerdas en uno de los altos árboles, y cortó con fuerza y agilidad las partes que estaban ya pudriéndose en el cuerpo de su madre. La madre permaneció inconsciente, y tremendamente débil, mientras su hijo mayor la cargaba sobre sus hombros para llevarla hasta su hogar.

Cuando el hijo mayor llegó a su casa, donde esperaba encontrase con sus hermanos y su padre, no pudo ver otra cosa que no fueran cenizas y carne reseca. Al parecer, los senderistas que fueron salvados por la madre, y posteriormente reñidos por el padre, no aceptaron de buen grado el comportamiento del enfermo marido. Llevados por la ira, el hambre, la codicia, y la abundancia de alcohol dulce, quemaron la casa de aquella que los salvó y dejaron arder en el interior a todos los hijos y al enfermo padre.

La historia de venganza y crueldad que el hijo que sobrevivió llevó a cabo se relata en otro momento. Pues, sin explicación alguna, de vez en cuando algunas cosas deben disgregarse.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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