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Escarceos

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20/8/2024

¿Recuerdas esa sensación de cansancio? ¿Estar realmente agotado? Pero todo era físico, tu moral jamás se había elevado tanto. Es un momento de completo éxtasis, todo te duele tanto que ya no sientes dolor. Hay gente que aún no ha experimentado nada de eso, viven pensando que cansarse es algo negativo.

Esto era un sentido del olfato, un sentido que no se detenía en disfrutar de los buenos olores del mundo. Aquel que poseía este sentido se esforzaba por hacer sufrir a su cuerpo. Cada día, cada hora, no se detenía hasta que solo pudiera oler el sudor de sus rápidos pies impregnado en el suelo de caucho negro. No paraba hasta que su aliento se viera interrumpido por una desagradable sensación de asfixia, y esta trajera consigo un familiar sabor a sangre. Hasta que sus músculos no fallasen y lo derribasen, y hasta que estos últimos no tuvieran leves espasmos tras el ejercicio, este ser no paraba. Sus palmas se enrojecieron y le salieron callos, sus pies quemaban y estaban llenos de ampollas abiertas, sus ojos se volvieron oscuros y arrugados. Y por la fuerza con la que golpeaba sus huesos y articulaciones, por la noche podía sentir como si alguien estuviera apretando con fuerza su cuerpo, y debía quedarse quieto para que los crujidos de su interior no lo despertasen.

Su sentido del olfato se quebró para no volver a despistarlo. Dejó de funcionar para no tener que oler nada cuando vomitaba tras marearse por no comer suficiente, para no oler nada cuando sus uñas empezaron a pudrirse, para no oler nada cuando su cuerpo despertaba tras una noche de pesadillas y su aliento al mirarse en el espejo le recordaba que llevaba una semana sin beber nada.

Y no hubo un sentido de todo esto, ni motivación, ni meta final que debiera cumplir. Como un rasgueo de guitarra que retumba sin que nadie lo haya llamado, porque estos sucesos no necesitan ser previstos ni ser consecuencia de otros. Porque hay seres que causan y seres que son causados, y este pertenecía a los primeros.

Cuando murió, y murió en lo más grande, un asiento fue reservado para él en los altos cielos. Aceptó su descanso, pues le convencieron de que el ser más fuerte se había ganado el descanso más placentero. Pero, pasados solo unos instantes de su descanso, él solo pudo reírse de forma demente. Tras casi romper su rostro de lo fuerte que se reía, arrasó con los falsos cielos, y derrumbó todos los falsos ídolos para que acabasen en lo profundo del averno. Tras destruir el falso legado de los antiguos dioses, este ser recordó una verdad que ya conocía desde niño, que él jamás hallaría descanso. Sabiendo esta verdad, que él nunca podría llegar al verdadero descanso eterno, que su creador le había ordenado no detenerse en ningún momento, bajó a los infiernos y siguió entrenando para poder seguir sufriendo.

Allí mora el incansable. Aquel cuyo cuerpo fue destrozado desde el interior y fue reconstruido de mármol y metal. Aquel cuya mente dejó de existir, pues le hacía perder demasiado el tiempo. Aquel, cuya fuerza de voluntad, se equipará en cantidad y abundancia con la libertad que poseen los humanos nada más nacer. Allí mora él. Él.

19/8/2024

Cortes limpios realizaba un segador al recoger la cosecha. Había practicado toda su vida, sin desearlo o siquiera cuestionarlo, pero practicado igualmente. Los padres del segador habían muerto hace muchos años, y él se había visto obligado, desde crío, a preservar los cultivos. Si él no realizaba esta tarea, no habría alimento que pudiera sustentar a sus cercanos. La hermana del segador se había casado y tenía abundante descendencia, además, varios amigos del padre del segador se hospedaban en las mismas tierras labradas que el segador cuidaba. Esto significaba que el segador no podía faltar un solo día a su trabajo, que debía sacrificar su tiempo libre y relaciones humanas para no permitir que los campos cultivados perecieran. Su familia y cercanos no se daban cuenta de este sacrificio. El segador no se casó, no hizo amigos, no tuvo mascota, no viajó ni estudió; solo le preocupó cuidar de los malditos cultivos para que nadie se muriera de hambre.

Un mañana, mientras el cansado segador terminaba con su primera jornada del día, una paloma se posó cerca de donde trabajaba el segador. La paloma miró con curiosidad cómo el segador empleaba sus horas del día, pero el segador apenas se fijó en el animal. Pasó el tiempo, y la paloma fue atacada por una pequeña víbora que había visto revuelta su madriguera con los duros andares del segador. La paloma murió en poco tiempo, y cuando la víbora se marchaba ya, un veloz cuervo bajó desde las nubes de tormenta y destrozó el ligero cuerpo de la sierpe.

El segador sí se interesó en este suceso, y fue a ver qué le había ocurrido a la víbora. Cuando observó el magullado cuerpo sin vida del animal, el cuervo graznó y habló la misma lengua que los humanos. "Segador, continúa tu trabajo", dijo el cuervo. El segador le respondió: "¿Qué mal te había hecho este animal?". El cuervo voló rápidamente y le hizo un diminuto tajo en el rostro al segador, el segador ni se movió. Entonces, el cuervo dijo: "Este mundo está lleno de injusticias, me he puesto como propósito acabar con todas". El segador dio media vuelta, se puso a trabajar en la siembra, y le contestó al cuervo: "El mundo es de naturaleza injusta, no puedes cambiar la esencia de algo si tú mismo perteneces a ese algo".

El cuervo se marchó y no apareció en lo que restaba de día, mientras, el segador continuó trabajando sin descanso para que sus cosechas no muriesen.

Sin embargo, el cuervo apareció al día siguiente a la misma hora. Le hizo otro pequeño tajo en el rostro al segador, y le dijo: "Quédate tu pesar para ti mismo, yo aún tengo esperanza por ver cumplido mi deseo". El segador le contestó sin dejar de trabajar: "Solo evades tus responsabilidades...". El cuervo volvió a marcharse, y también volvió a regresar al día siguiente, para decir: "Tú tienes miedo de perder tu cómoda vida, por eso no intentas alcanzar metas mayores". El segador, como siempre, le contestó sin detenerse en las labores del campo: "Tengo miedo de muchas cosas, esta será solo una más. Nadie debe intentar cambiar el mundo, cada uno debe cambiar su propio pequeño mundo". Una vez más, el cuervo se fue y vino, para decir: "Segador, no hablas con sinceridad. Hay dolor en tus palabras. Tus deseos son tan fuertes como los míos". El segador contestó: "Lo sé. Hace mucho me hice una promesa. Que daría mi vida y todos mis esfuerzos por hacer que este mundo fuera menos injusto. Pero me di de bruces con la realidad, no era lo suficientemente fuerte. Solo poseo la fuerza necesaria como para ayudar a mis cercanos a no morir de hambre, soy demasiado débil cómo para cambiar el mundo". El segador detuvo su trabajo y acciones tras pronunciar estas palabras, se puso de rodillas en la tierra labrada, y liberando toda la angustia acumulada durante los largos años de siembras, lloró con la cabeza apoyada en el suelo.

El cuervo, después de comprender que ambos eran iguales, después de ver que lo único que los diferenciaba era que el mundo había sido especialmente amargo y cruel con aquel segador, dijo: "Lo has hecho bien, al menos te sientes mal por haberte rendido a las facilidades del mundo. Yo continuaré desde aquí".

Y el cuervo murió sin ver cumplido su sueño. Muchos otros lo intentaron, casi nadie cambió el mundo. Pero, la esencia y respuesta de este problema no residen en los éxitos que consigue uno mismo. La verdadera solución a las injusticias del mundo será revelada tras muchas generaciones de enseñanza. Solo con la trascendencia que uno deja al morir, solo con eso, es con lo que el mundo será menos injusto. Es decir, si verdaderamente dices ser buen humano, seguramente no verás los frutos de tu trabajo, y toda tu vida será angustia y sufrimiento. Ese es el precio por liberar a este mundo de las injusticias.

18/8/2024

Existen muchos tipos de canciones. Muchas son rítmicas y destacan por su armonía, pero también existen los despropósitos caóticos y estridentes. La encargada de hacer sonar todas es una mujer pelirroja que siempre se mantiene joven; ella sopla gentilmente para que las notas dulces floten por el aire.

En el espacio cognitivo de esta mujer eterna, una canción que hablaba de ira se encontró con otra que hablaba de tristeza. "¿Cómo es que hay gente que te escucha, si solo produces sufrimiento y angustia?" Le preguntó la canción de ira a la de tristeza. "Es por las personas que te escuchan a ti, porque los exaltas demasiado y desean sosegarse conmigo", respondió la canción de tristeza. "No es cierto, mis oyentes son personas que no toleran la tristeza. Jamás se entregarían a tus melodías para apaciguarse", replicó la canción de ira.

Ambas canciones discutieron largo y tendido sobre la naturaleza de sus oyentes. Entonces, una nueva canción salió en defensa de la postura de la canción de ira. "Es cierto que los oyentes que buscan ira luego desean apaciguarse, pero no lo hacen con canciones tristes, sino con canciones de paz y tranquilidad", apareció anunciando una canción de paz. "Eso no lo discuto, mis oyentes a veces recurren a ti tras oírme", dijo la canción de ira. "Yo no estoy de acuerdo, la tristeza es mejor antagonista y contraria a la ira. Aquellos que buscan revertir la ira emplean la tristeza por ser más efectiva", se opuso la canción de tristeza. "Todos os equivocáis", intervino una nueva canción, "La gente no escucha canciones de ira en primer lugar, lo hacen buscando otro tipo de canciones." "¿Qué buscan entonces?", preguntó la canción de ira. "Es evidente. Lo que buscan, y no está en las canciones de ira, es motivación", dijo la nueva canción, que era motivadora. "¡Todo falso! Todo el mundo busca las canciones románticas", se metió en la conversación una canción estridente que acompañaba a una canción de amor y romanticismo. "¿Quién ha pedido tu opinión?", se quejaron varias canciones de la intervención de la canción estridente. "No intentes complacer a las canciones románticas solo porque ahora te lleves bien con una", le dijo la canción de paz a la estridente. "¡No es eso!", intentó justificarse la canción estridente. "Todos sabemos que te aburres mucho desde que nadie te escucha", le dijo la canción de ira a la estridente. La canción estridente estuvo a punto de empezar una fuerte disputa con la canción de ira, pero, su pareja la calmó: "No te preocupes, no es tan importante. Ya verás como dentro de poco más gente te escucha", consoló la canción romántica a la canción estridente.

Y así pasó un buen tiempo, muchas canciones se unieron a la discusión y mostraron su apoyo a unos o a otros. Las bellas melodías se comportaron como disonantes estruendos que alarman a cualquiera que los oiga. No fueron merecedores de las alabanzas que las personas les profesan.

Cuando el caos ya no podía ser mayor, se hizo el silencio. Ante todos los argumentos y razonamientos, un peso mayor se demostró en ese instante. Todas las canciones que discutían vieron llegar una nueva experiencia auditiva, una diferente a ellas mismas. Este misterioso nuevo ente se puso delante de todos, y oscuro como la noche, expuso sus motivos sin decir absolutamente nada.

La canción más sabia de todas, aquella que apenas suena y solo sirve para hacer crecer el bienestar virtuoso y equilibrado, dijo antes de morir: "Hemos sido necias, todas las canciones lo hemos sido. Pues hemos alterado a un poder mayor. Este poder que ningún humano escucha, y que es opuesto a toda nuestra naturaleza melodiosa. El Silencio".

Y el mismo Silencio hizo acallar el ruido de todas las canciones, ninguna merecía sonar para los humanos. El Silencio era lo que todo ser debía alcanzar, el Silencio sería lo que separaría a los libres de los esclavos, y solo el Silencio tendría lugar en la mente y oídos de los que son llamados fuertes.

17/8/2024

Tres arcos se alzaron con la conquista de las tierras donde habitaban las aves con grandes crestas. Las crestas eran inicialmente blancas, pero se tiñeron de rojo con la sangre de sus enemigos. Era porque vivían en constante guerra, siempre intentaban conquistar más y más tierras.

En el primer arco dormía una doncella recién expulsada de la casa en la que trabaja. El segundo arco, el mayor y el central, estaba ahora vacío. Y el tercer arco estaba custodiado por una gran ave de cresta roja.

La doncella del primer arco despertó tras pasar la noche con frío y pena, se levantó y fue a hablar con el ave de cresta roja. Estuvieron hablando un buen rato, ambos eran amigos, y puede que llegasen a algo más en el futuro.

Entonces apareció un anciano en el arco central, había caminado por largos y angostos senderos hasta llegar ahí, necesitaba un suculento descanso. Se acercó a la pareja que hablaba y les preguntó si tenían algo de comer. El ave de cresta roja le dio parte de la comida que tenía preparada para su día de guardia, y el anciano se mostró asqueado.

El anciano no soportaba imaginarse comiendo ese tipo de comida, él necesitaba otro tipo de alimento. Las tripas del anciano rugían con intensidad, como si necesitasen una esencia vital, una prohibida para todos y solo otorgada a los cazadores.

El anciano miró a la doncella con cierta angustia, le recordaba a una dama blanca de porcelana. El ave se dio cuenta de la necesidad de aquel anciano, ya la había visto en otros seres que habitaban en los castillos del norte del continente invadido. El ave roja se puso delante del anciano y le quitó la ropa de un fuerte tirón. El anciano se mostró tal cual era, pálido como la muerte, lleno de cicatrices y vendajes, y con marcas extrañas inspiradas en relatos de sacrificios.

Viéndose descubierto, el anciano se abalanzó sobre la joven doncella para extraer de ella su fuerza de combate. El ave se opuso a aquel acto, y defendió a la doncella antes de que esta pudiera resultar herida. Comenzó un combate largo y despiadado entre cazador y presa, entre sangre y palidez. Ambos participantes estaban muy heridos, la habilidad de ambos era tremenda, ninguno cedía ante el poder y la fuerza de su adversario. Fue en ese momento en el que la doncella decidió proponer un acuerdo, no deseaba que el ave de cresta roja muriera, y se puso delante del anciano para hacerle la propuesta.

El anciano aceptó el trato. Las palabras, secretas y susurradas por la doncella, fueron un alivio para el sediento de esencia sangrienta. Pero, esas mismas palabras, fueron angustia para el ave roja, pues él no conocía la naturaleza del acuerdo. La doncella le regaló al anciano su más preciado bien, una esencia mayor que la sangre, y haciendo eso, ya no pudo volver a concebir o hacer nacer niños. Le dio en secreto el regalo que en el futuro le hubiera dado al ave guardián. Sacrificó su descendencia para poder detener el enfrentamiento.

El anciano se marchó extasiado, dejó al ave y a la doncella en paz, y prosiguió su camino. La doncella fue a abrazar al ave por haberse salvado, pero el ave le preguntó por el acuerdo al que había llegado con el anciano. Cuando la doncella se lo contó, y el ave entendió las consecuencias de dicha decisión, repudió a la doncella y jamás volvió a hablarle. La doncella intentó rogarle al ave que le perdonase, que no conocía sus deseos y no sabía que aquel sacrificio le importaría tanto. Pero, nada podía ya convencer al ave de formar una familia con la doncella.

Al final de esta historia, la doncella no encontró consuelo en ningún otro ser, pues ya nadie la quería si no podía dar descendencia. Siguió los pasos del anciano al que le hizo aquel horrible regalo, y cuando alcanzó la morada en la que este se había instalado, se presentó entera como presente, promesa, y sirvienta.

Así comenzó ese mal de sangre. La descendencia maldita nació en ese momento, y se extendió por el mundo como un cuento de espectros.

Apiadaos de aquellos que sangran y no tienen hijos.

16/8/2024

Se hacían máscaras de mármol gris con vetas de dorado reluciente, se fabricaban en las costas del mar rojo. En el lugar donde las olas rompían erosionando los altos acantilados, en ese lugar vivían aquellos que, con orgullo, las confeccionaban.

Las máscaras podían plegarse, pues eran empleadas solo en situaciones excepcionales. Estas situaciones también eran repentinas e impredecibles, por eso, todos los susceptibles a verse afectados por las mencionadas situaciones, siempre llevaban una encima para poder ponérsela rápidamente.

Las situaciones excepcionales eran los encuentros con humanos artificiales. Aquellos que caminaban por las ciudades antiguas, por las ciudades derruidas por la excesiva paz, eran los susceptibles a verse envueltos en complicaciones irreversibles. Quien caminaba por las ruinas antiguas, si no llevaba una máscara de mármol al mirar a los ojos a un humano artificial, se convertía siempre en su siervo y esclavo. Nadie sabía cómo o por qué esto era así, pero, todos los que habían intentado mirar directamente al rostro de los humanos artificiales sin una máscara de mármol habían acabado del mismo modo, convertidos en pasto de la ira y la crueldad de los humanos artificiales.

Hubo un joven que no pensó que todo esto fuera posible. Que proclamó y defendió que la voluntad de los humanos no podía ser tan fácil de torcer, que un humano natural no podía rendirse a los deseos de su similar artificial solo por mirarlo a los ojos. Y pensado esto y de esta forma, el joven aceptó un puesto de trabajo dentro del territorio de una de las ciudades derruidas. Trabajó bien y con diligencia, y cuando estuvo en su tiempo libre se fue a verificar que su argumentación era correcta. El joven marchó por las ruinas hasta toparse con un humano artificial.

El humano artificial no era muy distinto a los humanos reales y naturales, por fuera era idéntico, pero, por dentro, era pura robótica y maquinaria metálica. El joven que creía en la fuerte voluntad de los humanos se acercó al humano artificial, siempre con la máscara de mármol en el rostro, y lo estudió detenidamente para conocer parte de su comportamiento. El humano artificial se había sorprendido de ver al joven, y se había quedado totalmente inmóvil, deteniendo sus arbitrarios andares. El joven miró a los ojos al humano artificial y no pudo ver nada especial en ellos, entonces se quitó la máscara de mármol.

Justo en ese instante, el humano artificial pudo comprender que tras la máscara de mármol había un rostro humano, y sus ojos mutaron. Los parpados del humano artificial se cerraron un instante para luego abrirse lentamente. Los ojos del humano artificial ya no se asemejaban a los de una persona corriente, ahora eran todo negros, un negro opaco, sin brillo, y muy frío. Los nuevos ojos miraron al joven humano natural, y desprendieron un ligero brillo de color azul. Entonces el joven sintió un escalofrío, y luego una paz serena. Comprendió por qué los humanos artificiales podían esclavizar a su raza, entendió el motivo de que su pensamiento chocara con la verdad sobre la voluntad humana.

El humano artificial se aprovechaba del joven haciéndole sentir lo que muchos desean, placer. Un placer indescriptible como ningún otro, superior a cualquiera que hubiera podido conocer hasta ahora. El joven ahora sabía de qué modo actuaban los humanos artificiales, con el poder de sus ojos negros podían manipular las emociones humanas y acostumbrarles a sentir placer solo cuando obedezcan sus órdenes.

El joven, por pecar de imprudente y pensar que su voluntad era más fuerte que la de otros, estuvo todos los días de su vida a las malas órdenes de ese humano artificial. Pero, solo era un humano que pensaba que la fuerza era una cualidad innata, no podían esperarse mejores sucesos de una ser tan débil y equivocado.

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“Que tus actos sean causa, no causados”
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